jueves , 22 mayo 2025
Isolina y Alfredo (izq.) recorren las calles de Jaimanitas vendiendo para sobrevivir fuera del sistema estatal. (Yunia Figueredo)

Cubanos jubilados y en edad laboral sobreviven con la venta callejera en Cuba

Existe un número indeterminado de cubanos que ejercen oficios al margen del Estado y no figuran en las estadísticas oficiales.

La Habana (Sindical Press) – Isolina Quesada, de 73 años, vive en la calle Primera y 224, en Jaimanitas, municipio Playa. Tras dedicar toda una vida al trabajo para el Estado, en lugar de descansar y disfrutar de su jubilación, se ve obligada a caminar bajo el sol cada día como vendedora ambulante para poder sobrevivir.

“Lo hago por necesidad. La pensión que me paga el gobierno no me alcanza ni para empezar. Me gradué en la Escuela Nacional de Arte en 1966 y trabajé más de cinco décadas en el Ministerio de Educación. Fui instructora de teatro y maestra de enseñanza artística. Tuve un expediente laboral ejemplar y muchos reconocimientos, pero nada de eso me sirve hoy. Mi retiro no me alcanza ni para comprar medicinas”.

Con dos maletines al hombro y empapada en sudor, Isolina recorre las calles de Jaimanitas y Santa Fe pregonando su mercancía: ropa reciclada, utensilios de cocina y juguetes para niños.

“Mi pensión es de 1.700 pesos, una cifra que no guarda relación con los precios, que están por las nubes. No entiendo por qué este gobierno no hace algo por tantas personas jubiladas como yo, que en lugar de descansar en su vejez tienen que lanzarse a la calle a buscar el sustento. Con el retiro en este país no se puede vivir”.

En Cuba, más de medio millón de personas están registradas como trabajadores por cuenta propia. Sin embargo, existe un número indeterminado de ciudadanos que ejercen oficios al margen del Estado y que no figuran en las estadísticas oficiales. Entre ellos, muchos ancianos revenden productos en las calles, un espectáculo doloroso y cada vez más común en todo el país.

Y no solo los ancianos. También muchos en plena edad laboral recurren al trabajo informal, sin inscribirse en la Oficina Nacional de Administración Tributaria, como es el caso de otro vecino de Jaimanitas, Alfredo Manrique Fuentes Ávila, residente en la calle 224 entre Primera y Tercera.

“Fui educado por la Revolución y confié ciegamente en ella durante mis años de estudiante, creyendo en sus promesas de futuro y en la necesidad del esfuerzo y el sacrificio. Me gradué en el tecnológico de química industrial y realicé varios cursos de perfeccionamiento en distintos oficios, pero nada de eso me sirvió”.

Alfredo relata que trabajó en dos empresas estatales en La Habana, ambas fracasadas por falta de rentabilidad. Desencantado del sistema laboral cubano y de la doble moral de sus dirigentes, decidió valerse por sí mismo para sacar adelante a su familia.

“En este oficio de vendedor callejero, en un solo día puedo ganar más que en un mes trabajando para una empresa estatal. Aquí yo soy el director, el económico, el jefe de personal; no hay partido ni sindicato que me controle. Miles de jóvenes como yo lo entendieron, y por eso muchos ya no quieren trabajar para el Estado: por la miseria que paga y la opresión que se vive en esos centros de trabajo. Tampoco le pago a la ONAT, que al final es trigo del mismo saco”.

“Tengo mis títulos guardados bajo el colchón. No sé si algún día me servirán para algo, pero por ahora sobrevivo gracias a la venta callejera. Me permite sostener a mi familia y tener la libertad que nunca tuve cuando trabajaba para el Estado”, concluye Alfredo.