jueves , 12 diciembre 2024

En Cuba la relación salario-precios lleva directamente a la hambruna

¿Cuánto gastan en comida un matrimonio viviendo en Miami y otro viviendo en La Habana, ambos matrimonios con salarios mínimos?

Miami (R. Álvarez Quiñones/DDC) – En todos los países con economía de mercado hay inflación. Eso sí, tiene que ser moderada, con una tasa anual lo más cercana posible al 2% anual, que los economistas consideran como ideal. Y es que de no haber inflación alguna se desincentiva la producción y los servicios, pues no aumentan los ingresos empresariales, ni los salarios, y no crece el Producto Interno Bruto, es decir, la economía.

En EEUU hay una tasa de inflación que en febrero de 2024 fue de un 3,2%, una décima superior a la de enero y más alta que el 2,6% registrado en Europa en febrero. Y estuvo por encima del 2% de inflación que la Reserva Federal de EEUU considera como adecuada.

El punto en esto, y su relación con Cuba, es que la inflación en EEUU no hambrea a la gente, y que a la vez suben los salarios. No al mismo ritmo y cuantía en todos los sectores de la economía, pero suben. De enero de 2023 a enero de 2024 los salarios en EEUU aumentaron en un 4,5%, según datos oficiales.

Como en mi opinión no hay mejor vía que las comparaciones y los ejemplos para metabolizar bien ciertas cifras en materia económica, con ese método evaluaremos una faceta del avance del hambre en Cuba, azotada por una de las tasas inflacionarias más altas del mundo.

Un matrimonio en Miami y otro en La Habana

Primero visualicemos en Miami a un matrimonio cubano ficticio que ha llegado de la Isla no hace mucho. Viven solos. Llamémosles Pedro y Anita. Entre ambos perciben salarios mínimos (en Florida en 2024 es de 12 dólares la hora) que juntos suman 4.160 dólares mensuales. Ahora con la actual inflación están gastando hasta un 22% de sus salarios en la compra de la canasta alimentaria básica (donde se siente más la inflación), es decir, unos 915 dólares mensuales.

Ahora aterricemos en La Habana y hagamos la misma abstracción: un hipotético matrimonio joven, Juan y Virginia, con salarios mínimos que suman ambos 4.200 pesos mensuales. Juan y Virgina no tienen a nadie «afuera» que les mande dólares o paquetes con comida, y la canasta básica alimentaria no baja de 20.000 pesos mensuales. Es decir, cuesta 4,76 veces el salario total de ellos dos.

No, no cometí un error y puse un cero de más. Solo redondee la cifra. Actualmente en Cuba, o al menos en La Habana, la canasta básica alimentaria para dos personas cuesta 19.975 pesos mensuales, y solo para conseguir una dieta deficitaria en proteínas, calorías, vitaminas, aminoácidos y grasas necesarias.

No son exageraciones de la «contrarrevolución». Lo demuestra el economista cubano Omar Everleny Pérez Villanueva en un estudio basado en los precios que publica la estatal Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).

Pérez Villanueva, que en 2013 fue expulsado del Centro de Estudios de la Economía Cubana de la Universidad de La Habana por «indisciplina», «actitud irreverente», y «hablar con la prensa extranjera», publicó recientemente una tabla con 17 productos alimenticios, servidos en pequeñas cantidades, que sumaron esos 19.975 pesos mensuales citados. Incluyó arroz, aceite, pan, huevos, frijoles colorados, pollo, carne de cerdo, café, viandas, verduras, y otros siete productos.

Una relación salario-precio que conduce a la hambruna

Si esa relación salario-precio de alimentos de Cuba la trasladamos a Miami, el matrimonio hipotético de Pedro y Anita para poder comer lo mínimo tendría que multiplicar por 4,76 sus actuales ingresos mínimos, y ganar 19.801 dólares mensuales, únicamente para alimentarse. Un absurdo más que kafkiano.

¿Bueno, y cómo se las arregla el matrimonio habanero? Virginia y Juan, o roban, o venden lo que pueden, incluso buscando en los basureros como hace ya tanta gente, sobre todo ancianos; o luego de terminar sus jornadas laborales cuidan negocios privados, como MIPYMES, u otros establecimientos en las noches, limpian o hacen «mandados» en casas de dirigentes políticos y gubernamentales, o de generales, o de gente «dolarizada», etc.

Lo triste es que por mucho que trabajen extra es casi imposible que puedan llegar a los 20.000 pesos necesarios. Y suponiendo que con suerte lograsen ganar extra unos 11.000 pesos adicionales, todavía les faltarían 9.000 pesos para costear la canasta básica alimentaria.

La carne de puerco fue la líder en esta aberrante relación precio-salario castrista, al colocarse en enero a 680 pesos la libra, según la ONEI. Si el matrimonio habanero de marras quisiese comer al menos cuatro libras de cerdo en todo el mes (lo necesita mucho) tendría que desembolsar 2.720 pesos, el 64,7% de todo lo que ganan.

Es como si Pedro y Anita en Miami pagasen 2.652 dólares por solo cuatro libras de carne de cerdo en un supermercado. Ni Ray Bradbury, paladín de la literatura de ciencia ficción estadounidense, pudo imaginar algo así.

Y por si alguien pudiera argumentar que me enfoco solo en personas que perciben el salario mínimo, tomemos ahora el salario promedio en Cuba, de 4.219 pesos mensuales, según el último reporte oficial disponible de 2022.

Los cubanos, simple y llanamente, ¡pasan hambre!

Si Juan y Virginia ganasen entre los dos 8.438 pesos necesitarían conseguir otros 11.537 pesos para llegar a lo que les cuesta exactamente la canasta básica de los alimentos. Y si deseasen celebrar el cumpleaños de uno de ellos, o un aniversario de boda, un cake pequeño y maluco no baja de 4.000 pesos.

Esto puede que suceda hoy en segmentos de población muy pobres en otros países del Tercer Mundo, pero no a nivel de casi toda la población de la nación como en Cuba.

En fin, los cubanos de a pie en la Isla no solo no se pueden alimentar adecuadamente, sino que sencillamente ¡pasan hambre! Se están depauperando física y mentalmente. La actual relación salario-precio de los alimentos imprescindibles está llevando a Cuba a una hambruna. Es así de simple.

Y eso ocurre en un país ubicado en el corazón de Occidente que antes del castrismo se autoabastecía de todos los alimentos producibles en un clima tropical, más del 80% del total de la dieta diaria. Y el resto, como la harina de trigo, productos no tropicales y también arroz, se importaban. Nunca hubo escasez de nada. Y según la FAO, Cuba era el mayor exportador de alimentos de Latinoamérica en proporción al tamaño de su población.

¿Qué hace la «revolución» para solucionar o aliviar la situación?

Lógicamente la pregunta que cualquier persona no cubana haría (a no ser que fuese un «amigo de Cuba») es qué hace el Gobierno cubano para solucionar semejante situación-desastre.

Pues bien, invierte 13 veces más dinero en construir hoteles y en el sector turístico que en la producción de alimentos. De 2023 aún no hay cifras finales de la ONEI, pero en su informe de 2022 reveló que el Gobierno dedicó el 33% de las inversiones totales al turismo, y solo un 2,6% para producir alimentos.

El régimen de Castro II invirtió 23.360 millones de pesos en la construcción de obras para el sector turístico, y solo 1.855 millones de pesos en la agricultura y la ganadería.

Y ese crimen, porque lo es, se comete cuando la ocupación hotelera del país oscila entre 15% y 25%, debido a la baja presencia de turistas internacionales. O sea, en Cuba, tres de cada cuatro habitaciones de hotel están vacías. Ello nutre las sospechas de que la mafia militar dictatorial lava dinero sucio con la construcción de inmuebles que no son necesarios, pues los hoteles ya existentes están semivacíos.

Pero es así como gobiernan Raúl «el Cruel» y sus compinches. Son todos expertos, por vocación y mala entraña, en hambrear y hacer sufrir cada vez más a los cubanos de a pie.

Los dirigentes cubanos sienten por ellos un desprecio similar al que experimentaba el rey Luis XVI por los sans-culottes (obreros y campesinos pobres, pequeños comerciantes y artesanos) justamente antes de estallar la Revolución Francesa. Cualquier parecido si ocurre algo parecido en Cuba no será pura coincidencia.