jueves , 12 diciembre 2024

Sin salario y sin protección, así trabajan los reclusos cubanos en el carbón de exportación

Sancti Spíritus (14ymedio) – Apilan los sacos de carbón vegetal sobre el camión y, a medida que el sol se hace más fuerte, el sudor se les mezcla sobre la piel con el hollín. Son decenas de presos que trabajan para la estatal Empresa de Producciones Varias (Provari) en Sancti Spíritus y, aunque la mercancía que trasladan es de exportación, ellos no reciben salario alguno por su dura labor.

«No nos pagan ni un peso y sabemos que venden la tonelada de carbón a unos 400 euros», se queja uno de los presos que lleva semanas acarreando sacos y también laborando en la confección de los hornos, el tamizado del carbón y la composición de las bolsas. «Este es un trabajo que no le deseo ni a mi peor enemigo, y sin sueldo es peor todavía», lamenta.

«No nos pagan porque ellos dicen que tenemos que ver esto como un beneficio que tenemos, de estar aquí al aire libre trabajando, porque la otra opción es ir para la prisión Nieves Morejón, que es un lugar cerrado, un hueco», explica a 14ymedio. «Nos dicen que somos unos privilegiados y que hay muchos presos en la cárcel que quisieran ocupar nuestro lugar».

Los presos están recluidos en la granja de trabajo Banao 6, un antiguo preuniversitario reconvertido en campo de trabajo para reclusos que en su entrada se anuncia como el Centro de Reeducación Unión. Los reclusos laboran en los campos cercanos a través de contratos con Provari, una empresa gestionada por el Ministerio del Interior, cuyo director es el teniente coronel Juan Luis Baffil Rodríguez.

Cada mes, los presos de Banao 6 sacan hasta cuatro contenedores llenos del producto, con un mínimo de 18,5 toneladas cada uno. «Es un carbón duradero, muy apreciado porque arde lentamente», explica el preso que se queja de que no cuentan con mascarillas especializadas para protegerse, fajas, guantes, botas ni ropa adecuada. Hasta el tamizador del carbón es un invento salido de las manos de los presos.

«Tamizamos a mano, mientras movemos el carbón sobre las placas nos cae encima todo ese polvo que va saliendo cuando quitamos la boronilla y el carbón más pequeño que no puede exportarse», explica el trabajador. «Deberíamos contar con un aparato profesional para eso, pero no lo hay, así que tuvimos que fabricarlo nosotros mismos».

«No tenemos prácticamente ningún medio de protección, aquí la gente viene a trabajar en harapos y cubriéndose la cara con un trozo de tela. Cuando terminamos la jornada a veces no podemos ni ver por todo el tizne que nos entró por los ojos que nos lloran todo el tiempo», explica Juan Carlos, uno de los presos que trabaja con Provari en Sancti Spíritus.

En territorio espirituano, Provari se dedica también a la producción de muebles, productos de limpieza, insecticidas y al ensamblaje de vehículos. Los centros penitenciarios actúan como intermediarios entre la empresa militar y los reclusos. En teoría, Provari debe proveer a los prisioneros de ropa y herramientas, y el costo de esos recursos se resta del pago final que deben recibir por su trabajo.

Sin embargo, en la producción de carbón vegetal que gestionan los militares en Sancti Spíritus no se cumplen estos compromisos. Los reclusos trabajan sin salario y en pésimas condiciones, elaborando tres categorías del producto, de las que se exportan la primera y la segunda porque son de mejor calidad y la tercera se queda en Cuba para empresas estatales, producciones locales, farmacias y la venta a clientes privados.

«Cuando preguntamos nos dicen que Provari le está pagando a la Dirección de Cárceles y Prisiones, pero el dinero nunca llega a manos de los presos», reclama otro de los afectados. «Unos dicen una cosa y otros otra pero en la concreta somos nosotros los que no recibimos nada».

Esta no es la primera vez que Provari está en el centro de las denuncias. En 2014 ya había sido señalada por usar «trabajadores esclavos» que laboraban «con poca seguridad» y recibían bajos salarios o no les pagaban nada, según un extenso artículo publicado en El Nuevo Herald.

Ese mismo año circularon informes de que la cadena sueca Ikea y una compañía de la Alemania comunista habían contratado en 1987 a la estatal Empresa Importadora Exportadora de Abastecimientos Técnicos (Emiat) para usar la mano de obra de prisioneros en la confección de muebles. La calidad de los productos ya realizados no era buena, según varios documentos encontrados en los archivos de la Stasi.

Tras ese escándalo, se hizo pública la vinculación de Emiat con Provari, creada durante la crisis económica de los años 90 y proveedora de mano de obra. Esto da la posibilidad a los presos de «integrarse a labores útiles a la sociedad», explica por teléfono a 14ymedio un empleado de la oficina Emiat en el municipio habanero de Marianao.

Tanto Emiat como Provari forman parte de la lista de entidades penalizadas por el Departamento de Estados de EE UU y los vínculos comerciales con ellas están vetados para las compañías norteamericanas. No obstante, en 2015, Provari presentó en La Habana su catálogo para la inversión extranjera que incluye la producción de carbón vegetal, aerosoles y artículos desechables.

La explotación sigue, y varios reclusos consultados por este diario alegan que no pueden decir «no» cuando les asignan trabajar en el carbón. «Te marcas si no quieres y eso puede afectar el tiempo que te queda en la cárcel, si te hacen una rebaja o no por buena conducta. Es prácticamente obligatorio porque no he conocido a nadie que se haya negado, nadie quiere marcarse así», advierte uno de ellos.

«Antes trabajábamos también en la agricultura, que es duro pero no tanto como el carbón, que te acaba con la salud. Aquí hay gente que no puede ni dormir por la noche por la tos después de estar cargando todo el día sacos», agrega. «Pero en esta zona cada vez hay más tierras dedicadas al carbón así que no hay muchas opciones».

La producción de carbón vegetal para la venta internacional ha aumentado en los últimos años en Cuba y las provincias centrales, como Camagüey, Ciego de Ávila y Sancti Spíritus, se han subido al carro de hacer crecer su producción local, especialmente a partir del marabú, una plaga que se ha extendido por los campos cubanos y limita seriamente el cultivo de otras plantas.

El carbón vegetal que se elabora en la Isla se obtiene a partir del método artesanal de las parvas, mediante el cual se apila la madera sobre el suelo y se cubre con tierra. Los expertos ensalzan las buenas cualidades del producto cubano por su «color negro brillante, sonido metálico al tacto, ausencia de carbonilla, cenizas u otras partículas».

El carbón se vende en Europa por 400 euros la tonelada y su exportación crece año tras año. En 2013, de la Isla salieron 70.200 toneladas rumbo a Alemania, Bélgica, Canadá, España, Francia, Grecia, Italia, Israel, Portugal y Turquía, un aumento significativo en relación con las 40.000 toneladas de 2012.

El Ministerio de la Agricultura ha confirmado incluso que después del tabaco, el carbón vegetal es el rubro que más divisas aporta por su venta en el extranjero y actualmente la producción se acerca a las 80.000 toneladas anuales.

En 2017 se anunció a bombo y platillo la primera exportación de carbón vegetal desde Cuba a Estados Unidos a través de la empresa Coabana Trading LLC, subsidiaria de Reneo Consulting. En un acuerdo suscrito con la estatal Cubaexport, la operación marcaba «el comienzo de una nueva era de comercio entre EE UU y Cuba», dijo entonces Scott Gilbert, presidente de Reneo Consulting.

Poco después, un video filmado por activistas de la Unión Patriótica de Cuba en el municipio Río Cauto denunciaba la explotación contra los presos del penal Jucarito que laboraban en la confección de carbón vegetal también gestionada por Provari.