jueves , 10 octubre 2024

Un día de mucha violencia, pero también de muchos intentos de paz en Cuba’

Estos son los tiempos que se viven en Cuba: hambre, escasez, represión y un gran descontento popular con el Gobierno.

La Habana (DDC) – A las 3:00 de la tarde del domingo 11 de julio, en los bajos de un edificio de Habana del Este, un grupo de cubanos hablaba de política como nunca. Expresaban su descontento hacia el Gobierno, la escasez de comida, medicamentos, y demás problemáticas por las que atraviesa Cuba en el presente. En ese mismo instante, circulaban por las redes sociales imágenes de manifestaciones populares en San Antonio de los Baños, Palma Soriano y otras provincias del país.

«¡No tenemos miedo!», gritaban cubanos en diferentes regiones a lo largo de la Isla y la chispa llegó a La Habana, que se sumió en un hervidero contra el Gobierno, sin presedentes en seis décadas de castrismo. Las protestas conocidas como el Maleconazo de 1994 quedaron convertidas en un episodio menor después de lo ocurrido el domingo, opinaron testigos.

En el Parque de la Fraternidad tres camiones desplegaban fuerzas militares, centenares de uniformados arremetían contra los civiles. En plena vía pública, eran detenidos hombres y mujeres, sin un mínimo de piedad. La calle Galiano era una trinchera donde las llamadas «brigadas de respuesta rápida» gritaban «Fidel, estamos contigo», a más de cuatro años de de la muerte del gobernante.

«Yo no tengo que ver con nada», suplicaba una mujer afrodecendiente mientras era arrastrada por las «Marianas», mujeres policías que le decían «no me importa», y se la llevaban. Minutos antes, la concentración se encontraba en el Malecón y uno de los represores le comunicaba a otro que ya habían diezmado a los manifestantes.

En Galiano se disiparon los manifestantes, solo quedaron las llamadas brigadas de respuestas rápidas vociferando consignas en favor del sistema. Muchos pensaron que todo había terminado, pero la calle Prado era ahora el epicentro de la revuelta y para allí se dirigían todos.

Miles de personas gritaban «Patria y Vida», «No a la violencia», «Basta de represión». Junto a los leones del concurrido Paseo del Prado, los policías seguían golpeando y deteniendo civiles al azar. Los manifestantes hacían lo que podían para frenar las arbitrariedades, mientras avanzaban en busca del Malecón habanero. En ese momento, frente al Hotel Saratoga, los policías arrastraban a Marcos Antonio Pérez, un joven de 17 años, estudiante de preuniversitario, que tiraba fotos. Junto a él, Leonardo Romero Negrín, el joven del cartel «Socialismo sí, represión no», reprimido en la calle Obispo el pasado 30 de abril, también fue apresado por intentar detener a los oficiales que se llevaban al adolescente.  

De Prado, la marcha siguió hacia el antiguo Palacio Presidencial, convertido por el castrismo en «Museo de la Revolución». La manifestación detuvo el tránsito del túnel habanero. Al parque donde se erige la estatua de Máximo Gómez se dirigían miles personas. Las brigadas de Boinas Negras frenaban el paso en busca de hacer una encerrona a los marchantes pacíficos. El pueblo gritaba eufórico, «Díaz-Canel, singao», y «Libertad», al tiempo que llegaba otra brigada de respuesta rápida, simulando ser revolucionarios en defensa de la patria. Poco antes, Miguel Diaz-Canel había llamado al enfrentamiento entre cubanos, con la excusa de combatir a supuestos mercenarios.

Al parque Máximo Gómez, también llegaron las brigadas de respuesta rápida armadas con palos, dispuestas a golpear a jóvenes, mujeres, hombres, adolescentes. Ante el panorama, muchos daban la vuelta. El nuevo rumbo era hacia la Plaza de la Revolución. «El pueblo unido jamás será vencido», repetían los ciudadanos sin intención de dispersarse.

La Policía cerraba los pasos, pero los manifestantes buscaban salida y avanzaban. De nuevo en la calle Galiano, la multitud logró llegar a la plaza de Carlos III, donde también esperaban fuerzas gubernamentales que bloqueaban la avenida. Estas estaban compuestas por agentes de experiencia, pero también por jóvenes veinteañeros.

En su paso, los indignados les pedían a quienes observaban y filmaban desde los balcones: «¡Únanse!». Los vecinos brindaban pomos de agua a las personas a su paso. Quienes no se sumaban, ayudaban a que los demás continuaran con las peticiones de libertad.

Tras tomar una entrecalle aledaña a Carlos III, la manifestación continuó hasta llegar a la calle Aranguren, por donde siguió el paso que conduciría hacia el objetivo final, llegar frente al memorial José Martí. Pero, en la esquina de Aranguren y la calle 20 de Mayo se encontraba un cerco de tropas especiales dispuesto a arremeter contra los presentes. El punto más álgido de toda la caminata fue allí. Un oficial de la policía, mayor, con alrededor de 60 años y alterado, decía que nadie iba a pasar. Entonces, las tropas comenzaron a arremeter contra los civiles que en la primera fila portaban una bandera cubana.

En ese límite, Aranguren se convirtió en un campo de batalla. La sociedad civil desesperada ante la fortaleza de los contrincantes, lanzó piedras y palos como únicas armas. Del otro bando, los oficiales vestidos de civil respondían con más piedras y disparos que no se saben si eran reales o de salva. Los manifestantes se dispersaron en busca de resguardo. Todas las entrecalles colindantes se llenaron de tropas especiales y militares con perros persiguiendo a los ciudadanos.

A la entrada de un edificio, Fernando Almeida, un joven graduado de Derecho, se encontraba con la cara llena de sangre. Una vecina del lugar le daba unas vendas para curarse la herida causada por el impacto en la ceja derecha de una piedra lanzada por los paramilitares.

«Ha sido un día de mucha violencia, pero también de muchos intentos de paz. Hemos evitado la confrontación, pero llegamos hasta acá y nos han agredido con todo. Hubo disparos de salva, eso espero, digamos que nos ahogaron en golpes, para no decir en sangre», dijo Almeida. «Nuestros reclamos son demasiado justos para ser ignorados», añadió.

Al final de la redada fueron detenidos el periodista Maykel González Vivero, director del sitio Tremenda Nota, y el historiador Frank García Hernández.

A González Vivero las fuerzas represivas le rompieron los espejuelos y el policía que lo detuvo alegaba que el periodista había lanzado piedras, algo falso. Amistades de García Hernández dijeron que en la estación de Policía de Zapata y C «lo desnudaron para revisarlo».

Las manifestaciones se desarrollaron en distintos puntos de La Habana. Frente al Instituto Cubano de Radio y Televisión también hubo detenciones. En la lista de personas que privaron de sus libertades y el derecho de manifestación, figuran personas relacionadas con el cine y el mundo de la actuación: Gretel Medina Mendieta, Mijail Rodríguez, Juan Carlos Saenz de Calahorra, Yúnior García Aguilera, Raúl Prado, Reinier Díaz Vaga, Daniel Triana, Manuel Alejandro Rodríguez Yong son algunos de los nombres dados a conocer por el cineasta José Luis Aparicio Ferrer en su muro de Facebook.

Estos son los tiempos que se viven en Cuba: hambre, escasez, represión y un gran descontento popular con el Gobierno. A 24 horas de estos hechos, las conexiones a internet permanecen interrumpidas y las calles militarizadas. El futuro del país es incierto, pero este día puede marcar un antes y un después en la Historia reciente de Cuba.