jueves , 4 diciembre 2025
Letrero de “Casa Rivero” que aún sobrevive más de seis décadas después de la Ofensiva Revolucionaria.

Muerte y resurrección el capitalismo en Cuba

A 65 años de la Ofensiva Revolucionaria, persiste la crisis económica y social originada por el modelo impuesto por Fidel.

La Habana (Sindical Press) – Sesenta y cinco años después de la nacionalización de empresas estadounidenses, aquella decisión impulsada por el liderazgo unipersonal de Fidel Castro, cargada de soberbia y ego, se revela como el punto de partida de la debacle del sistema socialista cubano. Paradójicamente, la medida se presentó entonces como el inicio de una era de libertad y abundancia sin precedentes desde la fundación de la república en 1902.

La prensa oficialista recuerda hoy la fecha con el mismo fervor que aquel 6 de agosto de 1960, sin reconocer que la política aplicada condujo a una severa crisis económica y social, oculta tras discursos y promesas. Ese día, Castro anunció, eufórico, el “golpe mortal” al imperialismo mediante la confiscación de 26 empresas y 36 centrales azucareros de capital estadounidense. No sabía que firmaba, en realidad, la sentencia de la revolución proletaria que avanzaba al ritmo de las expropiaciones y culminaría en 1968 con la llamada Ofensiva Revolucionaria, que eliminó más de 58.000 medianos y pequeños negocios privados aún funcionales en el clima anticapitalista.

Desde entonces, los llamados “parches capitalistas” —aunque lo nieguen o justifiquen con cantinfleos— han evitado el colapso total de la empresa estatal, los planes quinquenales y la colectivización agraria diseñados por Castro y defendidos a capa y espada por sus herederos y compinches.

En perspectiva, las imágenes de multitudes celebrando las expropiaciones, con gritos y brazos en alto mientras el líder proclamaba: “Cuba jamás volverá a ser lo que fue. Cuba jamás les hará el juego a los intereses del imperio yanqui. Cuba estará siempre al lado de los pueblos oprimidos”, forman parte de una coreografía diseñada para la manipulación y el embobecimiento reiterado de las masas ante falsos mesías.

Castro murió con pocas victorias y abundantes derrotas, usando el antinorteamericanismo como coartada para obtener visibilidad internacional y reforzar su poder personal. Hoy, mientras el gobierno proclama la “continuidad” del modelo estatal, el capital regresa a la Isla lentamente desde Europa, Asia y Latinoamérica. Sin embargo, no existen soluciones reales fuera de una economía de mercado moderna, cuyos fundamentos se remontan a 1776.

Cuanto más se retrase la apertura económica, más crecerá la pobreza. Sin frenos visibles, el riesgo de implosión del modelo se incrementa, con posibles consecuencias de hambre, enfermedades y violencia. Algunos indicios muestran que la sociedad cubana ya enfrenta un límite crítico de supervivencia.

Celebrar las expropiaciones forzosas de hace más de seis décadas, a la luz de la historia, es un sinsentido. A fin de cuentas, Fidel Castro vivió como —o mejor que— un magnate capitalista desde que se convirtió en el dueño absoluto de Cuba hasta su muerte. ¡Vaya contradicción!