Con menos de 10 dólares al mes, la pensión apenas alcanza para comer una semana con suerte y mucho ahorro.
Las ilusiones de Orlando Enrique Rodríguez Peña se deshicieron como pompas de jabón. Creyó haber detectado un error en el cálculo de su pensión, pero la respuesta oficial, publicada en el diario Trabajadores por el director general del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), Benito Rey González, no dejó lugar a dudas: los 3.639 pesos que recibe mensualmente están ajustados a lo establecido por la ley. El funcionario incluso aprovechó para recordar los incrementos aprobados en años anteriores.
Rodríguez Peña había supuesto que, por su condición de combatiente internacionalista, debía percibir un suplemento de 1.528 pesos que elevaría su asignación hasta 5.167. Sin embargo, su estimación resultó errónea. El economista retirado y residente en Manatí, un pueblo de la provincia de Las Tunas, confundió lo que creía un derecho adquirido con una expectativa sin base legal.
La explicación ofrecida por el MTSS, más que resolver el caso individual, sirvió para reafirmar las “virtudes” del sistema de pensiones, reformado en enero de 2021 y actualizado mediante la Resolución 14 de julio de 2025. La respuesta deja en evidencia una realidad ineludible: con esa asignación, Rodríguez Peña —como miles de jubilados en Cuba— seguirá sumido en la pobreza que la inflación ha vuelto insoportable.
Aunque en su carta original afirmaba recibir 4.000 pesos, lo fundamental no es la cifra exacta, sino lo que representa: una pensión de cuatro dígitos en la Cuba actual equivale a la indigencia. La devaluación del peso ha convertido a los jubilados en sombras que transitan entre el hambre, la enfermedad y la escasez absoluta.
Con un dólar a 420 pesos —y en ascenso—, los 3.639 pesos de Rodríguez Peña representan menos de 10 dólares al mes. Apenas alcanzan para una semana de comida frugal, con suerte y un instinto agudizado para el ahorro. No hay margen para la esperanza: la miseria no deja espacio a la ilusión.
Es probable que siga reclamando, aferrado a la idea de que haber puesto en riesgo su vida en Angola o Etiopía alguna vez le conceda una mínima ventaja. Pero hoy su pasado no significa nada, como nunca significó demasiado, mucho menos ahora cuando la revolución socialista se pudre en sus propias contradicciones.