martes , 16 diciembre 2025
Agricultura urbana

Agricultura urbana y fracaso estatal: crónica de una farsa

Entra la pobreza generalizada y ausencia de perspectivas halagüeñas, las caminatas de Valdés Mesa merecen ser calificados como burdos artificios.

Pittsburgh (Sindical Press) – Mientras el hambre amplía sus dominios a un ritmo cada vez más apremiante, resulta patético leer en las páginas del diario Granma el nuevo periplo del vicepresidente cubano Salvador Valdés Mesa por varias dependencias capitalinas donde se desarrollan algunos de los programas de la agricultura urbana.

Estos programas forman parte de una iniciativa que vio la luz a finales de la década de los 80 como paliativo a la crisis y posterior desarticulación del campo socialista, encabezado por la URSS, hecho que provocó una inédita situación económica marcada por el desabastecimiento crónico, la inflación, una abrupta caída en los índices de consumo y un deterioro significativo del acceso a los servicios básicos.

A 38 años de un plan mediante el cual el gobierno pretendió lograr la soberanía y la seguridad alimentaria local, reducir las importaciones y mejorar la nutrición, entre otros fines, la realidad dista de ser alentadora.

Con la creciente falta de insumos y financiamiento, la baja disponibilidad de fuerza de trabajo y los serios problemas de infraestructura, resulta imposible materializar las propuestas concebidas por los expertos convocados por Raúl Castro para aliviar los déficits alimentarios.

Si bien nunca se obtuvieron los éxitos esperados, en las postrimerías de este 2025 las aspiraciones se tornan aún más sombrías, frente al deterioro del modelo económico estatal y la insistencia en conservarlo a toda costa mediante medidas cortoplacistas y superficiales, cuyo propósito no es evitar el colapso, sino aplazarlo y ocultar sus síntomas.

En un contexto de pobreza generalizada y ausencia de perspectivas halagüeñas en cuanto a un mejoramiento del nivel de vida en los años venideros, las caminatas de Valdés Mesa, preocupado por el funcionamiento de un grupo de organopónicos que, hipotéticamente, aliviarían las angustias de millones de cubanos que con suerte pueden disponer de una comida al día, merecen ser calificadas como burdos artificios. Lo que se requieren son decisiones trascendentales que promuevan el abandono de un sistema de producción caduco y desgastante.

La comitiva liderada por el también miembro del Buró Político, que incluyó al Primer Secretario del Comité Provincial del Partido en La Habana, Liván Izquierdo Alonso, y a la Gobernadora Yanet Hernández Pérez, sería, si acaso, recordada como una broma de mal gusto cuando los destinos del país se rijan por la razón, el derecho, la racionalidad y la esperanza de una vida mejor; nada que ver con el socialismo actual, que se aproxima a sus siete décadas de existencia.

La agricultura urbana, suburbana y familiar fue una apuesta fallida desde sus comienzos. Otra secuencia de la improvisación que ha caracterizado la política económica de Cuba bajo los auspicios de Fidel y sus más estrechos cómplices.

A las puertas de 2026, el problema del hambre sigue sin resolverse. La pésima calidad de los productos, los exorbitantes precios y la insuficiente disponibilidad en los mercados persisten.

Valdés Mesa y sus acompañantes jamás convencerán con su aparente “buena voluntad”. Lo suyo es el performance. Demasiado tarde para creer la historieta de que la revolución posee la fórmula para garantizar que cada cubano mantenga sus despensas abastecidas sin maximizar esfuerzos.

Al paso que van las cosas, no quedará más remedio que ingeniárselas para iniciar o ampliar los espacios de siembra en balcones y azoteas. La hambruna en Cuba no es una metáfora, es una realidad que muchos ya están enfrentando.