martes , 3 diciembre 2024

El petróleo ruso y la revolución en el precipicio

La épica revolucionaria se disuelve entre el repudio mayoritario y el convencimiento de que la revolución fue una gran estafa.

Pittsburgh (Sindical Press) – La cuenta regresiva en el reloj de la historia de una revolución que prometió villas y castillas se acerca a la hora cero. Hay que proclamar alto y claro que la venta de esperanzas en medio de los azotes del hambre, los cortes del fluido eléctrico, como nunca antes, con todos sus devastadores efectos colaterales en la vida diaria, se agota irremediablemente frente a las expresiones más profundas y auténticas del sufrimiento que habita en millones de cubanos en toda la Isla.

Ya nadie cree en las fábulas de hadas y mucho menos en los cantos de sirenas del funcionario barrigudo con pretensiones de anestesiar el sentido común en los campos y ciudades, donde bañarse es un lujo, desayunar un viejo recuerdo y la luz eléctrica algo esporádico y fugaz. Estar diez, doce y hasta veinte horas diarias en penumbras no es cosa de juego, sobre todo en las noches, sin ventilador y con temperaturas por encima de los 30 grados Celsius, a eso hay que añadirle la pérdida de alimentos a causa de la descongelación, después de haberlos adquiridos a precios prohibitivos en el mercado negro.

Las multitudinarias protestas en las ciudades de Santiago de Cuba, Bayamo, y otras más modestas en Holguín, Las Tunas, Cárdenas, Santa Clara, Cienfuegos y Colón, este 17 de marzo, marcan el punto de partida de una progresiva jornada de acciones similares, frente a la permanencia de los mismos problemas existenciales, sujetos a un mayor recrudecimiento.

La secretaria del comité provincial del partido en Santiago, Beatriz Johnson, tratando de calmar a los manifestantes, desde el techo de la edificación, con promesas y justificaciones, hay que tomarlo como una escena demasiado repetitiva y, en esta ocasión, apremiada por circunstancias excepcionales, para otorgarle un grado, tan siquiera mínimo, de credibilidad.

El asunto es que no existen posibilidades reales de remediar una situación que habría que catalogar como de emergencia nacional. La infraestructura industrial está semiparalizada y ni hablar del estado ruinoso de las termoeléctricas, unido a la falta de combustible.

El barco ruso que llegará a finales de mes con 650 000 barriles de petróleo no alcanza para paliar la demanda energética necesaria.

De acuerdo al investigador del Instituto de Energía de la Universidad de Texas, Jorge Pinón, en declaraciones brindadas a la agencia DW, el pasado mes de enero, Cuba consume alrededor de 125 000 barriles diarios, lo que la cantidad enviada serviría para cubrir las necesidades de apenas 5 días.

Ni sumando las entregas procedentes de México y Venezuela, que promedian en total cerca de 75 mil barriles al día se llega a un monto satisfactorio para atajar el creciente descontento motivado por los llamados “apagones”.

Por otro lado, desde fines de febrero, el buque petroquímico Eco Fleet, procedente de Túnez, con 39 000 toneladas de diésel se mantiene fondeado en La Habana a la espera de un orden para entrar al puerto. Se desconocen las causas de la demora.

Los hechos parecen precipitarse en medio de lo que todavía habría que considerar como destellos de una gran debacle social.

Como bien se observó, la gente está dispuesta a tomar las calles y exigir a viva voz, comida, corriente y libertad.

Del miedo que paralizaba y enmudecía solo van quedando rastros.  La épica revolucionaria se disuelve entre el repudio mayoritario y el convencimiento de que la revolución socialista fue una gran estafa.

Santiagueros y bayameses inauguraron este nuevo capítulo de hidalguía y compromisos libertarios. Probablemente sea el último de la larga y patética historia del castrismo.