lunes , 23 junio 2025
Valdés Mesa (izq.) dialoga con el campesino Salvador Cárdenas en mayo, 2025. (Barreras Valdés / RadioHC)

Las comitivas, la ineficiencia y el hambre

Esas comitivas de la nomenclatura recorriendo centros laborales no engañan: preparan los trabalenguas habituales para justificar fracasos que ya anticipan.

Pittsburgh (Sindical Press) – La finca de Salvador Cárdenas, ubicada en la localidad de Encrucijada, a poco más de 300 kilómetros al este de La Habana, es una de las excepciones de la industria agropecuaria cubana lastrada de pérdidas monumentales en todos los rubros.

Su especialidad es el arroz, un producto esencial en la cultura culinaria del país, cada vez menos al alcance de la población debido a la limitada disponibilidad en los mercados y un precio demasiado alto para las tasas salariales vigentes —un kilogramo puede llegar a superar los 400 pesos, lo que representa cerca de la quinta parte del salario mínimo, fijado en 2100 pesos.

Eso, según el diario Granma, está a punto de cambiar gracias a las habilidades del señor Cárdenas, que cuenta con 40 hectáreas sembradas y un rendimiento total de 100 toneladas, cifras que indican una “segura recuperación” del sector.

El pasado mes, en las páginas de este mismo diario, el presidente del Grupo Agrícola del Ministerio de la Agricultura, Orlando Linares Morell, daba cuenta de los pésimos resultados por la falta de combustible e insumos sin dejar de mencionar la obsolescencia del equipamiento disponible.

Para tener una idea exacta del descalabro basta saber que el año pasado la producción solo alcanzó poco más de 30% de lo alcanzado en 2018, año en que se cosecharon 304 000 toneladas de las 700 000 necesarias para cubrir la demanda nacional.

Ahora, con el reciente periplo del vicepresidente cubano, Salvador Valdés Mesa, por varios centros agropecuarios de la provincia Villa Clara, cobra fuerza la idea de que la escasez de arroz tiene los días contados frente a la destreza del mencionado finquero y el asesoramiento de especialistas vietnamitas.

La visita del funcionario también incluyó el Complejo Agroindustrial Azucarero “Héctor Rodríguez” en Sitiesito, una localidad perteneciente a la ciudad de Sagua la Grande, el único ingenio del territorio que participa en la molienda.

Allí tampoco faltó el entusiasmo de jefes y trabajadores en mejorar los indicadores que no van muy lejos de la debacle arrocera.

La zafra anterior fue un soberano desastre, con una producción de solo 160 000 toneladas.

De los 36 centrales que participaron en la contienda de hace tres años solo 15 estuvieron activos durante el antes mencionado último ciclo productivo, lo que significó uno de los más bajos resultados de la historia.

Es inconcebible el retroceso de una industria que llegó a ser la locomotora de la economía.

En 1959 había 156 centrales que produjeron 5,6 millones de toneladas, un dato que ilustra la crítica realidad de un sector estratégico que requiere de inversiones multimillonarias para evitar su desaparición. Según informaciones oficiales, en la zafra actual están operativos solo 6 centrales, lo que garantiza la molienda de apenas el 25% de la caña planificada. Otra catástrofe en ciernes, que supera con creces las loas triunfalistas de Valdés Mesa y los compromisos asumidos por los trabajadores, como parte del ritual establecido por el partido y su cohorte de organizaciones satélites.

Esas comitivas lideradas por Díaz-Canel, Esteban Lazo, Manuel Marrero, Machado Ventura, Ramiro Valdés, Ulises Guilarte y otros personeros de la nomenclatura por fincas, cooperativas, fábricas y centros industriales no engañan a nadie. Seguramente ya tendrán preparados los trabalenguas de siempre para justificar los fracasos por venir.

No sorprendería si vuelven a poner, como el año pasado, a 20 000 personas a sembrar arroz a la orilla de los ríos, las cañadas y en cuanto rincón se les antojó a los jefazos de las diversas instancias del sector agropecuario con tal de alcanzar las metas propuestas.

A fin de cuentas, ni hubo más arroz en los mercados ni precios más accesibles.

Del azúcar, ni hablar. Por cada libra hay que desembolsar hasta 500 pesos en el mercado negro. No por gusto se le conoce como el “oro molido”.

Era el tentempié de los cubanos, mezclada con agua, para evitar los desmayos en los pugilatos en las afueras de las tiendas. Hoy es parte del recuerdo, como tantas cosas en un país, literal y penosamente, en quiebra.