jueves , 7 noviembre 2024
Marino Murillo, Jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos.

Murillo y sus espejismos: las disfuncionalidades del ordenamiento

El anunciado beneficio no es más que una coartada que intentan cubrir los déficits de legitimidad de la clase política

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – La nota informativa sobre el incremento salarial a más de 200 000 trabajadores, ofrecida recientemente por el miembro del Buró Político y Jefe de la Comisión Permanente para la Implementación y Desarrollo de los Lineamientos, Marino Murillo, remarca la estrategia del gobierno de mostrar éxitos donde abundan los fracasos en lo que se denomina Tarea Ordenamiento, un plan que busca la funcionalidad del modelo económico estatal tras décadas de estancamiento.

En realidad, los pasos dados hasta la fecha están lejos de aportar lo que se necesita para una vida mínimamente digna en el mayor sentido del término. Más allá del ritornelo triunfalista con sus habituales camuflajes retóricos, lo cierto es que los problemas existenciales persisten y, en muchos planos de la realidad, empeoran, como es el caso de la promocionada elevación del poder adquisitivo frente a precios minoristas en constante ascenso.

Los niveles inflacionarios presentes en toda la gama de productos de primera necesidad, en primer lugar los alimentos, responden a un decrecimiento notable en las ofertas, a causa de múltiples factores, entre los cuales habría que mencionar el tope de los precios impuesto a los productores, el alza exponencial de las tarifas eléctricas y la depreciación de la moneda nacional, por solo mencionar algunos de los motivos de una escasez que amenaza con conducir al país a una situación de hambruna.

Por tanto, el anunciado beneficio de Murillo no es más que una coartada como tantas otras que intentan cubrir los déficits de legitimidad de la clase política a partir de sus incapacidades en revertir los márgenes de pobreza que impactan en amplios sectores de la población, incluidos los más de 4 millones de trabajadores del sector estatal.

La lectura al pie de lo que se divulga en los medios de prensa gubernamentales y en los foros afines no deja espacio a la esperanza de que se puedan superar los vicios de una estructura socioeconómica obsoleta y generadora de un sinfín de situaciones adversas.

Hablar de beneficios ante las reticencias de la élite en asumir el compromiso de ponerle fin a una mentalidad que criminaliza la obtención de riquezas mediante el trabajo honesto y niega el derecho a constituir asociaciones y empresas al margen del monopolio estatal, con el debido respaldo jurídico, es un sinsentido.

Murillo, y quienes lo secundan, pueden seguir dándole visibilidad a lo que se determina en los burós de las regias oficinas ministeriales, siempre tan distantes de lo que acontece en los vecindarios, fábricas, empresas y hospitales. Tienen la potestad de hacer y deshacer a sus antojos, dentro de los límites que le marcan sus superiores.

Se trata de un evidente complot contra el pueblo. Nada que ver con el ejercicio del poder desde una óptica ajustada a una visión altruista y racional que conlleve al desarrollo sostenible y a niveles de convivencia aceptables para todos quienes conforman el tejido social, desde los más jóvenes hasta los de la tercera edad.

Cantar victoria en medio del desastre es parte del cliché establecido a perpetuidad por la casta verde olivo.

Lo continuarán haciendo tan serios como de costumbre. Si es posible acompañados de aplausos y con sendas coberturas mediáticas.

Saben que a estas alturas nadie les cree, pero es su rol en una tragedia que no termina a pesar del largo tiempo transcurrido.

El castrismo lucha por sobrevivir a toda costa. No tiene reparos en alcanzar sus objetivos montado sobre la burla constante y el desprecio a ese pueblo que se jacta en representar.

En el reverso de los supuestos beneficios usualmente se ocultan demasiadas sombras. Esas bondades son puras invenciones. En este caso, aumentos salariales simbólicos. Nada que merezca una celebración en su justa medida.