viernes , 29 marzo 2024

Ni justicia social ni desarrollo económico

La Junta Central de Planificación, la cual obedece a la planificada idea del adoctrinamiento como salvaguarda del poder, no merece ser recordada.

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – El 11 de marzo último se cumplieron 58 años de la creación de la Junta Central de Planificación.

Según el semanario Trabajadores, del surgimiento de la entidad de marras y su vigencia hasta que se desarticuló el socialismo en Europa, hecho que obligó a un reajuste de las estrategias, se desprende la fortaleza de la economía nacional.

La afirmación nada tiene que ver con los crónicos y generalizados índices de ineficiencia en todas las empresas bajo la tutela del Estado y sus nocivos efectos sociales.

La rentabilidad que alguna vez hubo, fue a costa de los subsidios canalizados a través del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME), el organismo creado en 1949, por orden de Stalin e integrado por las naciones que conformaban el Pacto de Varsovia. El régimen cubano ingresa oficialmente a partir de 1972.

A partir de la referida fecha, comienzan a llegar la Isla procedente de estos países, fundamentalmente de la Unión Soviética, más de 4000 millones de dólares en forma de subvenciones y preferencias en el intercambio comercial.

Esa lluvia de favores sirvió para ocultar las fallas de un modelo probadamente improductivo a cuenta del excesivo control estatal.

La insistencia en conservar intactas las estructuras del sistema de producción y de servicios, salvo algunos cambios superficiales, explica las cifras de un peligroso estancamiento.

El paulatino e indetenible descenso del nivel de vida dentro de las fronteras nacionales, achacado al embargo de Estados Unidos, no es más que una endeble justificación.

Los motivos de esa existencia miserable, marcada por el racionamiento, los bajos salarios, la ausencia de condiciones laborales idóneas, las nulas aspiraciones de optar por una vivienda mínimamente confortable, entre otras desgracias no menos lacerantes, hay que buscarlos en los caprichos e irresponsabilidad de una élite de poder que insiste en la planificación como motor del desarrollo.

¿Les parece poco seis décadas de improvisaciones, voluntarismo, ansias irrefrenables de estabular y castigos de diversa naturaleza, en busca de la unanimidad en torno dogma?

La realidad indica que no. Basta leer la prensa para cerciorarse de la continuidad de las políticas que han provocado el desastre, aunque a menudo se publiquen sobrecumplimientos de planes productivos, alzas del Producto Interno Bruto y frases asegurando que el liderazgo del partido único garantiza la felicidad plena.

La Junta Central de Planificación no merece ser recordada y menos de la forma en que lo hace uno de los medios, cuya existencia obedece a la planificada idea del adoctrinamiento como salvaguarda del poder absoluto.

A la luz de los hechos, el socialismo y la prosperidad se repelen.

Cuba es la última evidencia de que el monopolio del Estado sobre las fuerzas productivas y los medios de producción conduce tarde o temprano a la bancarrota, pero al planificador en Jefe y sus amigotes le importa un comino. Su estabilidad depende de la desgracia ajena.