jueves , 10 octubre 2024
Pesca en Manzanillo.

¿Pensar como país?

Manzanillo, Cuba | Para Cuba Sindical – Como parte de su discurso, el “presidente” Miguel Díaz-Canel propone a los ciudadanos pensar y actuar como país en aras de enfrentar las adversidades y desarrollar la nación, fortaleciendo una unidad que permite a los comunistas mantenerse en el poder luego de sesenta años.  En sus peregrinas intenciones, reafirma el concepto “futuro” –en vez de presente– y exhorta a todos a entregarse en cuerpo y alma al servicio de la nación.

Siguiendo esa pauta, los miembros de la Asamblea Provincial de Granma (Bayamo-Manzanillo) “discutieron” las palabras del llamado popularmente como “puesto-a-dedo”. Durante la reunión, el regordete “gobernador” Manuel Santiago Sobrino subrayó que los dichos de Díaz-Canel sean discutidos, y que la oriental provincia desarrollará un proceso político para “aterrizar” en el territorio sus discursos, donde los 131 “concejales” deben comprometerse con el estudio de esas palabras.

Otro regordete, el primer comunista en la provincia, Federico Hernández, tomó como ejemplo lo que llama operación-solidaridad, consistente en la transportación de pasajeros en ciudad Bayamo por vehículos de entidades administrativas de la provincia. También refirió los retos que imponen la realidad económica al nacional, y la disposición del territorio a trabajar en las medidas para avanzar con cultura del detalle, excelencia y entrega.

Pero, como dice el refranero popular, una cosa piensa el bodeguero y otra su cliente. En la calle, colas del mercado, o las cativanas (coches tirados por caballos para trasladar al público dentro de la mayoría de los pueblos cubanos), los bayamo-manzanilleros se manifiestan de otra manera.

Conversando en una cativana en la ruta Nuevo Manzanillo-Pesquera, uno de los cocheros que prefirió el anonimato comentó que es imposible que se piense como país si las únicas opiniones que se escuchan son las de los comunistas.

—Hace sesenta años nos hablan de sacrificio, del futuro, de la unidad. ¿Más sacrificio para los de abajo? ¿El futuro de quién? Porque el mío, ya pasó. ¿Unidad alrededor de quién y de qué? Porque siempre es unidad alrededor de ellos, nunca de nosotros —opinó.

En el mismo transporte, Mercedes Aliaga, pasajera de 45 años con apariencia de más de sesenta, se anima.

—Mire, yo soy revolucionaria, y no puedo entender por qué luego de tanto tiempo no hay nada en este pueblo. No hay puré de tomate, no hay combustible, no hay, no hay, no hay. Y esa gente allá arriba sigue diciendo lo mismo. Y todos rollizos, miren al Ulises (Guillarte) ese, el de los sindicatos, gordo como un barril de manteca, y siempre diciéndole a los de abajo que hay que sacrificarse y joderse. Ahora quieren retomar la zafra (azucarera). ¿Y qué pasó con el central de Campechuela, que lo desmantelaron y era de los más eficientes del país? Mire —dijo, virándose molesta— luego de tanto sacrificio, es mejor ni hablar.

Adrian Jake es pescador, su bote se llama Fragata.  A la sombra de la mata de almendras pegada a la orilla del mar, al lado del puesto del guardafronteras de la ciudad, responde a la pregunta de cómo ve el discurso del gobierno provincial. —Mire —dice—, a mí no me interesa la política. Yo vivo del mar. Usted sabe, las leyes se firman en La Habana y se hacen cumplir aquí, donde están los pobres.  Las estupideces del gobierno son grandes. Imagínese, supuestamente, nosotros no podemos coger el camarón, porque es para la exportación. Eso lo dijo aquí, ante los pescadores, el tal Sobrino (Santiago), el presidente del gobierno provincial de Granma, y en ese momento, empezaron a saltar camarones que venían en una corrida desde el sur, y empezaron a salir y a caer en la orilla, así de grandes —y señala al dedo índice—. Bueno ¿y qué hacemos ahora? ¿A quién se lo damos?, le preguntamos al Sobrino, y de pronto dijo: “Bueno compañeros, tengo que irme porque tengo otra reunión en Bayamo”. Y así se fue.  Entonces, dígame, usted cree que yo puedo confiar en el gordo de mierda ese, que viene aquí a no sé qué. ¡No, nagüe, no!

Más discreto, Fernando, a sus 27 años tiene un pequeño taller de teléfonos móviles en el paseo peatonal de la calle Martí. —Mira—, me dice, —digan lo que digan, aquí lo que hay es que irse. No me fui antes porque nació mi hijita que tiene ahora tres años. Estoy tratando de reunir 3 mil dólares, para irme para Estados Unidos. Otro lugar, no me interesa. Allá el que le haga caso a esta gente… ¿Pensar como país? —y se ríe por lo bajo. | julioaleaga@gmail.com