El IV Pleno del Comité Nacional de la UJC hizo un llamado a las nuevas generaciones para que «en ninguna circunstancia el egoísmo venza a la solidaridad».
Orlando Freire Santana | La Habana – Son muchos los que opinan que los gobernantes cubanos, en el fondo, prefieren que las entidades estatales sean la única fuente de empleo de los ciudadanos. De esa manera evitarían la independencia económica de las personas, y afianzarían el control totalitario sobre la sociedad.
Esa sería una de las razones, al margen de teorías filosóficas o concepciones de la Economía Política, por las que las autoridades de la Isla nunca han contemplado con agrado la propiedad privada.
Y, por supuesto, ese afán que se opone a la independencia económica del cubano de a pie oficia también como la causa principal de la existencia de las agencias empleadoras, esa instancia gubernamental que media entre los inversores extranjeros y sus empleados cubanos. Es decir, que estos últimos, aunque trabajen directamente con el inversor foráneo, deben cobrar sus salarios de manos de las agencias empleadoras.
Sin embargo, llegó el momento en que no quedó más remedio que permitir el trabajo por cuenta propia y el nacimiento de cooperativas no agropecuarias. La ineficiencia estatal en la creación-prestación de numerosos bienes y servicios, así como la necesidad de desinflar plantillas infladas, han obligado a las autoridades a convivir con un segmento no estatal de la economía.
Pero los gobernantes no se cruzaron de brazos. Enseguida se dieron a la tarea de controlar a esos actores emergentes. Primero acudieron a los sindicatos oficialistas, los que, incluso, mediante visitas a las viviendas y lugares de trabajo de los cuentapropistas, han logrado atraer a sus filas a una parte de estos trabajadores independientes.
Mas, no conforme con la labor proselitista de esos sindicatos, el castrismo ha decidido involucrar en esa faena a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), máxime considerando el alto número de jóvenes que hoy se desempeñan como cuentapropistas y cooperativistas. Por ejemplo, según datos del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, el 31% de los trabajadores por cuenta propia del país son menores de 35 años.
En ese contexto acaba de celebrarse el IV Pleno del Comité Nacional de la UJC, el cual dedicó una de sus dos jornadas a analizar la «atención» que esa organización política les brinda a los jóvenes trabajadores no estatales. En el evento trascendió la celebración de reuniones en 54 municipios del país entre la cúpula de la UJC y 4.000 de esos jóvenes trabajadores.
Hubo numerosos reclamos por parte de los jóvenes cuentapropistas. Entre ellos la necesidad de establecer el mercado mayorista para adquirir sus insumos; un llamado a que los inspectores gubernamentales actúen con más transparencia; así como la petición de que disminuya el burocratismo en los mecanismos de contratación con las empresas estatales.
No obstante, la primera secretaria de la UJC, Sucely Morfa González, más que atender a los reclamos de los jóvenes trabajadores no estatales, insistió durante el referido pleno en el afán proselitista de su organización: «Tenemos que seguir atrayendo y sumando a nuestras tareas a los jóvenes que se vinculan con las nuevas formas de gestión, pues ellos son muchachos preparados y con significativos aportes al desarrollo del país».
Resaltó también en el IV Pleno de la UJC la intervención de Julio César García Rodríguez, funcionario del Comité Central del Partido Comunista (PCC). Este señor hizo un llamado a las nuevas generaciones para que «en ninguna circunstancia el egoísmo venza a la solidaridad».
Ante tan ambiguo planteamiento podríamos expresarle a ese funcionario que no siempre el egoísmo productivo resulta perjudicial a la sociedad. Lo remitimos, por ejemplo, al texto La riqueza de las naciones, del economista escocés Adam Smith, escrito en 1776.
En esas páginas Smith señala que gracias al egoísmo de los productores particulares se logra el bienestar general. Y concluye que «el hombre necesita casi constantemente la ayuda de sus semejantes, y es inútil pensar que lo atenderían solamente por benevolencia. No es la benevolencia del carnicero o el panadero la que los lleva a procurarnos nuestra comida, sino el cuidado que prestan a sus intereses».