La producción azucarera cayó del esplendor histórico al colapso actual: de primer exportador a tener que importar para consumo nacional.
(Cuba Sindical) – Los últimos días fueron agitados en Cuba: se habla de la posible muerte del nonagenario Raúl Castro Ruz tres trabajadores fallecieron en accidentes laborales durante septiembre; y el canciller del régimen, Bruno Rodríguez, habló en la ONU ante un salón vacío y desinteresado, en contraste con el presidente de los Estados Unidos, que pronunció un discurso decisivo y desafiante ante un plenario abarrotado y atento.
El flamante zar del sindicalismo oficial, Osnay Colina, mueve piezas en Granma, y el semanario Trabajadores.cu publica un insólito artículo con el axiomático título: “Centrales no muelen esfuerzos, ¡muelen caña!”. Extrañamente audaz, el tenor complementa y pone sobre la mesa la crisis económica y productiva de la industria azucarera. Si el régimen se atreviera a mirar con seriedad el desmantelado escenario económico, daría al menos un paso hacia la necesaria liberalización que dinamice la economía.
Que si la materia prima de mala calidad deteriora la infraestructura fabril, limita la exportación y y reduce a cero el azúcar para consumo nacional. Que si la autorización para criar ganado mayor arrasa con las plantaciones. Que si la falta de fertilizantes, herbicidas o petróleo destruye las cepas y hunde los rendimientos azucareros. Que si las quemas de cañaverales causan daños irreparables. Que si los impagos millonarios a los productores frenan la reinversión productiva. Todo esto es apenas el reflejo de una misma moneda: por una cara, la destrucción de la economía nacional; por la otra, el rostro de Fidel Castro Ruz.

El declive de la industria azucarera cubana es una realidad, una que ni los voceros del régimen pueden esconder detrás de consignas, diplomas ni la fatua verborrea de los puestos a dedo.
Desde finales del siglo XVIII hasta hoy, la producción azucarera cubana pasó de la expansión al colapso. De unas 14.000 toneladas en 1790, saltó a un millón en 1895, superó los 7 millones en 1952 y rozó los 8 millones en los años 80. Tras la caída soviética comenzó el derrumbe: 7,1 millones en 1991, 1,2 millones en 2007 y apenas 300.000 en 2024. Para 2025, las proyecciones rondan entre 150.000 y 200.000 toneladas, un retroceso a niveles del siglo XVIII, incapaces siquiera de cubrir el consumo nacional y obligando a importar azúcar.
La zafra azucarera 2024-2025 alcanzó menos del 44 % de lo planificado, lo admite el propio ministro de Economía, Joaquín Alonso. Y el cubano de a pie se pregunta: ¿habrá zafra 2025-2026? ¿Y la de 2026-2027?
Probablemente no. Porque la caña es insuficiente y no hay combustible para el corte, el alza y el tiro. Porque no se podrá cumplir con el corte diario y la desorganización será la norma. Porque las reparaciones son de pésima calidad y los rendimientos agrícolas e industriales siguen cayendo. Porque la corrupción lo corroe todo. Y porque esa obesocracia que asfixia al productor con impagos, deudas y violaciones de contratos así lo sentencia.
El zarévich del Sindicato Nacional de Trabajadores Azucareros (SNTA), Rouseaux Mansfarroll, culpa a las juntas administrativas de las cooperativas agropecuarias por no buscar alternativas para proteger el salario de sus trabajadores. Demagogia pura. Él sabe que no hay salida. Su función en ese sistema no es defender a los azucareros, sino controlarlos. Como hicieron sus antecesores, que con miedo y mentiras obligaron a aceptar la prosaica Tarea Álvaro Reinoso.
Del grupo estatal Azcuba, solo cabe decir: mientras más rápido desaparezca, mejor para todos.
El actual gobierno ya nos acostumbró al colapso energético. Pronto será el turno del colapso azucarero.
Dios bendiga a Cuba y a los cubanos.
Cuba Sindical, 29 de septiembre de 2025.