El régimen mantiene una narrativa de modernización, ciudades inteligentes y eventos lujosos que no guarda relación alguna con la realidad.
(CS) – Mientras el país atraviesa uno de los colapsos económicos y sociales más profundos de su historia reciente, el régimen cubano continúa presentando proyectos que chocan frontalmente con la realidad cotidiana de millones de personas. La desconexión entre discurso oficial y vida real se ha vuelto tan marcada que no solo evidencia incapacidad de gestión, sino también una narrativa que roza lo absurdo en un territorio donde la supervivencia diaria se ha convertido en una carrera de obstáculos.
Tecnologías futuristas sin luz para encenderlas
El ejemplo más reciente es la promoción de la inteligencia artificial como eje de la Convención Informática 2026 en La Habana. El entusiasmo oficial contrasta con las condiciones materiales del país: apagones de hasta 18 horas, desplome del sistema eléctrico y un Internet intermitente y caro.
A esto se suma la afirmación gubernamental de que Cuba “quiere construir ciudades con transporte eléctrico”, pese a que el sistema energético nacional se ha desconectado completamente de la red cuatro veces en menos de un año. Las nuevas rutas de autobuses eléctricos anunciadas en la capital —con tarifas fuera del alcance del salario promedio— conviven con la parálisis de gran parte de la flota de ómnibus urbanos y un coeficiente de disponibilidad técnica que ronda el 35%.
Movilidad eléctrica: una fantasía que no resiste un apagón
Anunciar autobuses eléctricos en un país donde ni los refrigeradores pueden encenderse es una proeza de imaginación. Una flota eléctrica exige estaciones de carga estables, voltaje constante y una red que no se desconecte por completo cada dos meses. En Cuba, donde la luz va y viene como visitante ocasional, hablar de “movilidad eléctrica” equivale a anunciar piscinas olímpicas en barrios sin agua.
El discurso oficial llegó incluso a hablar de “la integración técnica de la movilidad eléctrica, el reordenamiento del tráfico y la logística urbana, el diseño de políticas de educación pública para la aceptación social y el fomento de una política de investigación aplicada centrada en las ciencias urbanas”. Sobre el papel suena a manual nórdico de urbanismo sostenible; en Cuba, donde conseguir una guagua es una odisea y los apagones marcan el ritmo de la vida diaria, es pura ciencia ficción. Esa distancia entre el lenguaje tecnocrático y la realidad material del país evidencia que el régimen opera en un país imaginario que nada tiene que ver con el que habitan sus ciudadanos.
Urbanismo para una ciudad que no tiene agua
Mientras los habaneros cargan cubos desde cisternas colectivas y los barrios del oriente del país pasan semanas sin suministro, el Gobierno anuncia proyectos de “movilidad urbana sostenible”, “renovación de ejes peatonales” y hasta “corredores verdes”. Sobre el papel suena a manual nórdico de urbanismo sostenible, en Cuba es pura ciencia ficción.
En un país donde moverse implica caminar kilómetros bajo el sol, hacer “botella” o subirse a camiones improvisados, vender jardinería decorativa como solución es un insulto. Calles en ruinas, derrumbes diarios, tuberías reventadas y un éxodo masivo de especialistas describen mejor la realidad de ciudades que intentan sobrevivir entre apagones, sequías y edificios al borde del colapso.
Hoteles de lujo en un país sin vivienda digna
Mientras más de 180.000 viviendas presentan daños estructurales y otras decenas de miles esperan reparación urgente, La Habana celebra la inauguración del Selection La Habana Hotel, un rascacielos de 42 pisos y 542 habitaciones de lujo.
La inversión hotelera —que ha superado en algunos años hasta diez veces la inversión conjunta en electricidad, gas y agua— sigue siendo la prioridad oficial, aun cuando la ocupación hotelera sigue en mínimos históricos.
Se construyen hoteles para turistas que no llegan, mientras los cubanos viven en cuartos improvisados, casas apuntaladas y edificios al borde del derrumbe.
Eventos “premium” en un país que no puede comer
En los últimos años se ha multiplicado un calendario de eventos de lujo que no guarda relación alguna con la vida cotidiana del país. Festivales gourmet en Varadero, que celebra la alta cocina con chefs internacionales en un país donde la dieta cotidiana se reduce a arroz, huevo y lo que aparezca, galas de habanos con subastas millonarias, encuentros exclusivos de ron y café y regatas y torneos de pesca deportiva para turistas de alto nivel, en un país donde la pesca para el cubano de a pie está llena de restricciones, permisos difíciles de obtener y decomisos frecuentes, conforman una vitrina diseñada para turistas de alto poder adquisitivo en un país donde la mayoría de la población lucha a diario por acceder a alimentos, medicinas y servicios básicos.
Mega-proyectos fantásticos: del Cayo Digital al país solar
El gobierno también ha anunciado proyectos de corte futurista, como:
– la construcción del “Cayo Digital” en la Isla de la Juventud, una supuesta ciudad tecnológica impulsada con apoyo ruso, en un país sin electricidad estable;
– la promesa de instalar 50 parques solares en un solo año, una meta que no resiste el más mínimo análisis técnico ni financiero;
– la eterna Autopista Nacional (A1), inconclusa desde hace décadas y que reaparece cíclicamente como promesa renovada.
Son proyectos sin financiamiento, sin infraestructura y sin viabilidad práctica, pero útiles para mantener el relato de modernización permanente.
Un país roto y un poder que simula normalidad
Cuba enfrenta:
– apagones masivos,
– escasez de alimentos y medicinas,
– crisis del transporte,
– sistema de agua colapsado,
– éxodo laboral sin precedentes,
– derrumbe de servicios públicos,
– caída dramática del salario real.
Y, sin embargo, el régimen mantiene una narrativa de modernización tecnológica, turismo de lujo, ciudades inteligentes y eventos internacionales que no guarda relación alguna con la vida cotidiana.
Los proyectos futuristas, los hoteles de lujo, las ferias gastronómicas y las promesas de movilidad eléctrica funcionan como escenarios construidos para la propaganda, no como políticas públicas reales. Mientras el régimen invierte en imagen y narrativa, la población lidia con un deterioro generalizado que abarca energía, transporte, salud, vivienda, agua y salarios.
La desconexión no es un síntoma. Es el modelo de gobierno. Y hoy define la vida en Cuba.