jueves , 4 diciembre 2025

El toque y el regreso del terror revolucionario

El ataque no es una medida económica ni defensa del interés público. Es un intento de intimidar, disciplinar y domesticar.

La Habana (Sindical Press) – En Cuba, la realidad es un incendio permanente, así que el gobierno ha decidido fabricar humo nuevamente. Esta vez el objeto inflamable es El Toque, un medio independiente convertido en culpable oficial de todos los desvaríos económicos del país. Es un truco viejo: acusar al mensajero para no enfrentar el mensaje. Mientras arremeten contra periodistas, la isla se hunde entre basureros pestilentes, enfermedades evitables y muertos silenciados. Tras el paso del huracán Melisa, que dejó al descubierto la fragilidad estructural del país, la indignidad del régimen quedó tan desnuda que no tuvieron más remedio que cubrirla con propaganda.

Hay algo que convendría recordar al poder cubano —ese poder que se proclama revolucionario mientras repite los mismos errores de hace seis décadas: si el Banco Central de Cuba estableciera una tasa de cambio libre, transparente y racional, desaparecería de golpe la supuesta “amenaza” que El Toque representa. Pero claro, para eso haría falta un gobierno dispuesto a gobernar la economía, no a perseguirla.

Más inquietante aún es la anomalía tecnológica: El Toque es, curiosamente, el único medio independiente que puede leerse sin obstáculos desde los servidores cubanos. Ni Cuba Sindical ni Diario de las Américas tienen ese privilegio. Y ya sabemos que en regímenes así los privilegios no brotan del aire: se conceden o se permiten cuando conviene al relato oficial. En este caso, el objetivo es tan tosco como transparente: manipular la percepción del precio del dólar para debilitar el mercado libre de divisas. No combatir la realidad, sino domesticar su reflejo.

Pero la operación va más allá de lo económico. El régimen ha decidido reinstalar, con deliberación y cinismo, su viejo mecanismo de control: el terror revolucionario. Hoy ya no persiguen “actividades informales”, sino “delitos”. Han cambiado una palabra, sí, pero con ella han cambiado la vida de cientos de cubanos detenidos por comprar o vender la única moneda que les permite sobrevivir. En Cuba, la semántica siempre ha sido un arma política, y ahora la utilizan para criminalizar la desesperación.

En resumen, el ataque a El Toque no es una medida económica ni una defensa del interés público. Es exactamente lo que parece: un intento de intimidar, disciplinar y domesticar. La enésima maniobra de un poder que, incapaz de gestionar la realidad, prefiere reprimirla.

Contexto

En las últimas semanas, autoridades cubanas —incluyendo al primer ministro, el Banco Central de Cuba y voceros oficiales— han lanzado una ofensiva pública contra El Toque, acusándolo de “manipular” la tasa informal de cambio, de participar en “guerra económica” y hasta de “tráfico de divisas”. Medios estatales y figuras como Humberto López han amplificado estas acusaciones. Paralelamente, El Toque ha defendido su metodología como un ejercicio de transparencia, mientras economistas, periodistas y analistas —incluidos algunos vinculados al oficialismo— cuestionan la narrativa gubernamental y señalan que responsabilizar a un medio no explica la crisis cambiaria. El episodio ocurre en medio de promesas oficiales de crear un sistema cambiario “ordenado”, y de un clima político marcado por nuevas detenciones y criminalización de actividades vinculadas al mercado informal de divisas.