jueves , 3 octubre 2024

La cultura del amarre y la mordaza

Castro I no dejó resquicio para dudas con su slogan “Dentro de la Revolución todo, fuera de la revolución nada”.

Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – Las palabras del presidente cubano Miguel Díaz-Canel, durante la reciente clausura de la 1ra Conferencia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura (SNTC), confirman la deriva fundamentalista en el sector. Una tendencia surgida minutos después del decreto en forma de discurso que largó Fidel Castro en 1961 delante de un grupo de escritores, artistas e intelectuales, y conservada desde entonces con sus períodos de relativa calma y crispaciones de rancio sabor estalinista.

En aquella intervención quedaron definidos los límites del redil.

Con voz y gestos de mayoral encolerizado, Castro I no dejó resquicio para las dudas al patentizar el slogan “Dentro de la Revolución todo, fuera de la revolución nada”.

Díaz-Canel se encargó de quitarle el polvo a la sentencia castrista y darle un barniz renovador, no por iniciativa propia, sino como un encargo de sus mentores.

Sabe que es una pieza menor en el tablero del poder, un presidente nominal que tiene que hilar fino en el tiempo que este desempeñando el cargo.

O sea que el lenguaje, los gestos y la esencia de sus políticas deben ser una réplica de sus antecesores, nada de ligerezas e ímpetus que sobrepasen la borrosa y cambiable frontera de la autonomía.

Un yerro basta para que vaya a hacerle compañía al otrora ministro de relaciones exteriores Felipe Pérez Roque y al ex vicepresidente del Consejo de Estado, Carlos Lage, tronados y abandonados a su suerte, desde el 2009, por sus antiguos protectores.

Flanqueado por esos antecedentes, el mandatario no pierde oportunidad para demostrarle a sus jefes inmediatos que no tienen motivos para preocuparse.

Al decir que el principal objetivo del sindicato debe ser la defensa de la política cultural de la revolución cubana, puso de relieve la afinidad con las marginaciones por problemas ideológicos, la compra de conciencias por medio del otorgamiento de privilegios y todo el instrumental que regularmente se ha utilizado para garantizar la obediencia del gremio, controlado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Casa de las Américas y el Instituto Cubano del Libro (ICL), entre otras instituciones.

La suma de hechos y puntos de vista develados por funcionarios de alto nivel en los últimos meses, indica que estamos en medio de una revitalización progresiva de los mecanismos de censura, cuya fase iniciática comenzó con la imposición del decreto 349 dirigido a criminalizar las actividades artísticas independientes.

El cierre de Díaz-Canel en la reunión de marras, es una muestra de que el monopolio estatal sobre el ámbito de la cultura mantendrá su vigencia.

Como de costumbre, para legitimar esas posturas extremistas se recurrió a las conocidas frases que demonizan al modelo capitalista, achacándole todo tipo de defectos, entre ellos, el de exportador de contenidos enajenantes e ideas que contribuyen a la fractura de la memoria histórica de los pueblos.

En el cónclave, el miembro del Buró Político del Partido y secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, Ulises Guilarte de Nacimiento, no se quedó atrás en los llamados a fortalecer el trabajo ideológico, salpicado de otras facetas retóricas relacionadas con los problemas que afectan al sector como el asunto de los bajos salarios y los impagos a los artistas, dos aristas del rosario de quejas que llevan años a la espera de soluciones.

En fin, nada ajeno al deseo de los mandamases con su petulancia crónica y su determinación a apretar los nudos del amarre con que mantienen secuestrada a la nación.

La cultura es parte de su coto privado. Han dado la orden de reforzar las talanqueras y pulir la superficie de la hoz y la base del martillo en la entrada de la finca para que nadie se equivoque.

Al leer la cobertura publicada en el semanario Trabajadores se percibe, con lujo de detalles, que los capataces del socialismo y sus subalternos intensifican el esmero en el ejercicio de sus tareas.             

¡Pobre, Cuba!