jueves , 10 octubre 2024

La eficiencia hecha leña

La Habana, Cuba | Cuba Sindical Press – No hay dudas de que los alimentos cocidos con leña son más apetitosos, lo que resulta difícil comprender es cómo el colectivo de trabajadores del complejo cárnico “Frank País” del municipio holguinero, del mismo nombre, puede alcanzar altos indicadores de eficiencia utilizando varios fogones, cuyo funcionamiento depende de la madera seca depositada en su interior.

Las cifras aportadas por el director de la entidad, publicadas recientemente en el semanario Trabajadores, revelan la excelencia de este centro en la producción de jamón, morcilla, lacón, mortadela y croquetas.

Según el órgano de prensa, en el 2018, la fábrica obtuvo 2 mil 831 toneladas de diferentes productos, 389 por encima de lo planificado.

Tal hazaña pone en aprietos, a las empresas multinacionales encargadas de inundar el mercado de artefactos ultramodernos que permiten un mayor rendimiento.

Los horneros, junto a tres miembros de la Asociación Nacional de Innovadores y Racionalizadores (ANIR), son los artífices de esas conquistas que apuntalan una de las frases voluntaristas ideadas por Fidel Castro de “hacer más con menos”.

Sobre este fundamento se ha construido una tupida red de espejismos, que incluye malabares estadísticos e historias como las de los fogones mágicos de la municipalidad holguinera.

Por mucho que expliquen en torno a los espectaculares logros al pie de las calderas humeantes y otros artilugios rudimentarios, inventados para procesar la carne, es imposible convencerse de que, bajo tales condiciones, la eficiencia es un hecho consumado.

Como de costumbre, la prensa oficial vuelve a mentir a sabiendas de que el país retrocede en el tiempo y no solo a causa del embargo que mantiene Estados Unidos hace más de medio siglo.

El control estatal sobre los medios de producción y la fuerza laboral ha sido un factor determinante en la entronización de la pobreza en todas sus manifestaciones.

Por otro lado, lo descrito en el texto de marras no consigue despertar la admiración de los lectores que tengan un mínimo de sentido común.

Basta pensar en las terribles condiciones de trabajo de los hombres que soportan el agobiante calor del horno sin una adecuada protección y el salario irrisorio que seguramente reciben para darse cuenta del nivel de explotación sobre decenas de miles de trabajadores en todo el país por parte de las respectivas administraciones, los núcleos del partido, presentes en cada centro laboral, y las secciones sindicales con su proverbial desnaturalización de su rol en defensa del derecho de la clase obrera.

Si difícil es aceptar el relato que enaltece el provechoso saldo de una fábrica con todas las condiciones para un cierre definitivo, también resultan engorrosas las intervenciones de los obreros a tono con ese conformismo tan habitual en las entrevistas.

El asunto es decir lo que conviene y no lo que se siente en aras de evitarse un mal rato o una extensa pesadilla por conductas ajenas al orden establecido.

Los jefes no se quedan atrás a la hora de manifestar su compromiso con la revolución y acto seguido subrayar la posibilidad del alcance de resultados sobresalientes en el transcurso del año. Entonces, preparémonos para recibir nuevas noticias que pongan en alto el valor de esos hornos destartalados, pero muy eficientes, y de esa aguerrida colectividad proletaria, protagonista de tantos milagros.