domingo , 3 noviembre 2024

Robos y consignas

Un alto número de personas que laboran para el estado, poco más de cuatro millones, sobrevive gracias a las ilegalidades.

Providence – En una de las asambleas sindicales que se celebran periódicamente a nivel provincial, el secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Ulises Guilarte de Nacimiento, hizo un apremiante pedido para ponerle coto a los constantes robos en almacenes y fábricas, localizados en la provincia de Matanzas.

El llamado al orden, del también miembro del Buró Político del Partido, choca con una realidad laboral que estimula este tipo de conductas.

Y es que los bajos salarios combinados con las pésimas condiciones de trabajo fuerzan a traspasar la ley.

Un alto número de la población que labora en las dependencias estatales, poco más de cuatro millones personas, sobrevive gracias a las ilegalidades.

O sea que los salarios que paga el Estado solo sirven para cubrir una ínfima parte de sus necesidades, incluidas las básicas.

El resto corre a cuenta de sus habilidades para birlar lo que esté al alcance de sus manos.

Es inútil cambiar un proceder condicionado por la necesidad, acudiendo a manidos recursos retóricos, regaños y promesas que raramente se cumplen.

La honradez es una cualidad que no sobrevivió a las arengas marxistas-leninistas que todavía adornan los muros de la ideología que impuso la junta de mandamases criollos supuestamente como paliativo a la naturaleza rapaz del capital, hace ya casi seis décadas.

El hecho de que el máximo dirigente sindical vuelva a apelar a la toma de conciencia y al redoble de los esfuerzos para acabar con la cadena de delitos expone las dimensiones de un problema que reproduce un modelo socioeconómico ajeno a la racionalidad y a las urgencias de una reforma a fondo.

Nombrar las transgresiones sin una revisión objetiva de las causas y un compromiso real en la búsqueda de soluciones, es parte de un juego cuyas principales intenciones están dadas en el encubrimiento de una apuesta política que favorece los intereses de una élite de poder, cuyo estilo de vida demuestra su familiaridad con las costumbres burguesas.

Muy poco o nada se puede esperar en un escenario donde los ciudadanos fueron convertidos en súbditos, y por extensión en esclavos que aprendieron a simular que trabajan frente a un Estado que paga, como promedio, menos de un dólar diario.

En el socialismo marxista-leninista, la pobreza es un estatus con normativas de ritual religioso.

De ahí el juego de las apariencias y el prontuario de infracciones que mantienen abastecidos los anaqueles de la economía subterránea.

Guilarte de Nacimiento pidió sin medias tintas acciones para atenuar el caos, según el reporte del semanario Trabajadores en su edición del 6 de noviembre.

Dijo lo que le correspondía como hacen los actores en un drama.

Con la salvedad de que esta vez se trata de otro capítulo de la misma tragicomedia.