El éxodo de profesionales en busca de mejores oportunidades laborales se agrava a medida que la crisis económica se profundiza.
Pittsburgh (Sindical Press) – El aprendizaje en las aulas cubanas es un asunto cada vez más cuestionable. Si el pasado año lectivo fue un desastre, este augura ser aún peor. La insuficiencia de recursos humanos y materiales persiste, y no se avizora el alivio de un problema que se ha normalizado en todo el país.
Basta saber que el pasado año apenas se asignaron 993,9 millones de pesos (41 millones de dólares) a la Educación, mientras que al turismo se destinaron 36 843,8 millones de pesos (1 535 millones de dólares), según la tasa cambiaria oficial de 24 pesos por dólar para personas jurídicas. Los datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) explican la debacle de un sector que, junto a la Salud Pública, fue durante décadas la vitrina del socialismo criollo para presumir ante el mundo la supuesta “superioridad” del sistema de ordeno y mando, impuesto en la Isla a golpe de promesas y represión.
El curso escolar recién iniciado difícilmente arroje índices académicos plausibles. No existen incentivos para canalizar adecuadamente el saber, hoy impartido por profesores sin las aptitudes requeridas y con salarios que promedian apenas 6 500 pesos mensuales (unos 15,7 dólares), en correspondencia con la tasa cambiaria del mercado informal de 412 pesos x 1 dólar
El éxodo de profesionales en busca de mejores oportunidades laborales se agrava a medida que la crisis económica se profundiza. Para cubrir el déficit se recurre a la captación de personal sin el rigor profesional necesario, lo cual deforma el carácter y empobrece el espíritu de los más de 1,53 millones de estudiantes matriculados en los diversos niveles de enseñanza.
Como botón de muestra de las anomalías que la prensa oficial silencia, cabe citar lo expresado por Consuelo Rodríguez, miembro de la Asociación Sindical Independiente de Cuba (ASIC) y residente en Cruces, Cienfuegos:
“No hay libretas. Los padres han tenido que comprarlas en el mercado negro o juntar hojas de cuadernos usados en cursos anteriores. Faltan maestros y personal de limpieza. Es un desastre”, afirmó.
A esto se suma la limitada disponibilidad de uniformes —solo uno por alumno— y la frecuente descoordinación entre las tallas y las necesidades reales de niños y jóvenes. Ir con zapatos rotos y mochilas remendadas forma parte del entorno de miseria generalizada, apenas aliviado por las remesas o los paquetes que envían familiares desde el extranjero.
De este contexto surgen decenas de interrogantes sin respuestas convincentes y la certeza de que se forjan generaciones maleducadas, frívolas y violentas, que pierden el tiempo en aulas sucias, despintadas y con un mobiliario decadente.
Con más de 20 000 plazas docentes vacantes para este curso, el Gobierno apelará —como de costumbre— a paliativos improvisados.
Al final, la farsa se concretará con total éxito. Los puestos serán cubiertos con aprendices o embaucadores. Da igual. El propósito es llenar el espacio, no importa con quién. Las apariencias es lo que cuenta, lo demás es subsidiario.