El problema no radica en reforzar herramientas represivas, sino en diseñar una política que estimule el trabajo honesto y eficiente.
Pittsburgh (Cuba Sindical) – El 4.º Ejercicio Nacional de Prevención y Enfrentamiento al Delito, iniciado este lunes 22 de septiembre, se perfila como otra acción destinada a perderse entre el desorden, la indisciplina y el descontrol: tres males que, bajo el modelo centralizado, no han hecho más que crecer con el tiempo.
Como en intentos anteriores, no se esperan resultados plausibles. El ambiente social, económico y laboral enrarecido impone la continuidad de un fracaso que desborda cualquier esfuerzo por corregir los problemas que llegan desde municipios y provincias.
Las estadísticas del ejercicio precedente, en junio, son un ejemplo elocuente. El diario Escambray, de Sancti Spíritus, destacó la participación de más de 41 000 directivos, funcionarios y combatientes del Ministerio del Interior, junto a 30 organismos estatales y estructuras políticas, que ejecutaron alrededor de 18 000 acciones de control.
Entre los delitos más reportados estuvieron la venta ilícita de medicinas, el acaparamiento de alimentos, los desórdenes públicos y el sacrificio ilegal de ganado. Por su parte, la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT) realizó 125 acciones de control fiscal contra trabajadores por cuenta propia y mipymes que derivaron en multas por 4 millones de pesos, 60 cierres de negocios, 17 decomisos y la cancelación de 34 proyectos.
El problema, sin embargo, no radica en reforzar las herramientas represivas, sino en diseñar una política económica sin trabas absurdas, que estimule el trabajo honesto y eficiente. Eso solo sería posible en un entorno libre de dogmas ideológicos desfasados, que hoy perpetúan el estancamiento y el caos.
Resulta absurdo el volumen de recursos invertidos en un esfuerzo al que la propaganda confiere un valor desmedido. Perseguir y sancionar es apenas un vendaje sobre una herida que exige una sutura de urgencia.
Díaz-Canel, la cúpula partidista y todo el personal implicado intentan engañar a la población con posturas falsas de enmienda. En realidad, levantan cortinas de humo, exhiben chivos expiatorios, pronuncian discursos alentadores y engrosan las arcas estatales a costa de multas a los negocios particulares, víctimas del celo de los inspectores, la envidia y el oportunismo.
Al final, el ejercicio no es prevención ni enfrentamiento: es propaganda. Un teatro político que intenta ocultar el fracaso estructural de un modelo que solo sabe imponer controles, pero nunca ofrecer soluciones.