jueves , 4 diciembre 2025

Cuando la teoría insiste y la realidad desmiente

Mientras el país se cae a pedazos, es absurdo exaltar un modelo que ha dejado a la clase obrera abandonada.

Pittsburgh (Sindical Press) – El 1er Simposio Teórico Sindical, concluido recientemente en Atenas, pasará a la historia como otro intento de revalidar los fundamentos del marxismo, cuya única función ha consistido en proclamar hipótesis sin una praxis que legitime sus postulados a favor de una supuesta emancipación total del proletariado frente al capital.

Y no podía esperarse más del denominado Instituto Obrero Internacional (IOI), entidad organizadora del encuentro, dedicada a impartir seminarios y conferencias a sindicalistas y líderes del movimiento obrero desde un idealismo izquierdista donde el control de los medios de producción recaería en manos de los trabajadores. Una premisa que choca con realidades objetivas que exponen el subjetivismo de un modelo social sin propiedad privada y bajo una dictadura que dice representar a las clases bajas.

Esa lucha de clases preconizada desde los orígenes de la doctrina política y filosófica, que dio lugar a revoluciones aparentemente “liberadoras” en distintas regiones del mundo, degeneró en regímenes despóticos y economías destruidas por la improvisación, la corrupción y el voluntarismo.

Si bien el capitalismo no es una panacea, ha demostrado su capacidad para superar desafíos mediante adaptaciones puntuales, garantizando cierto margen de oportunidades de superación personal o de cobertura de necesidades básicas. Los problemas sociales existen, algunos muy graves, pero comparativamente supera por amplio margen al socialismo de corte marxista-leninista que se desplomó en la URSS y Europa del Este, y al que está a punto de exhalar su último suspiro en la mayor de las Antillas.

No sorprende que una representación de Cuba haya estado presente en el simposio: una nación cuyo liderazgo insiste en construir un paraíso del proletariado a 90 millas de Estados Unidos, empeño al que se han dedicado casi siete décadas sin resultados plausibles.

Mientras el país literalmente se cae a pedazos —con índices productivos marginales, ineficiencia crónica, corrupción generalizada, empobrecimiento acelerado y, ahora, una arbovirosis con connotaciones epidémicas que golpea a un sistema de salud pública quebrado—, carece de sentido cualquier exaltación a un modelo que ha dejado a la masa obrera y campesina abandonada a su suerte.

Las palabras de la investigadora Diana Leyva Creagh, en el diario Trabajadores, a propósito de la reunión en Atenas, reflejan la línea argumental de un discurso anacrónico que se derrumba frente a las evidencias. Al señalar que la estrategia ideológica del capitalismo contemporáneo “busca manipular nuestra subjetividad, borrar la contradicción esencial entre trabajo y capital y promover una identidad fragmentada y competitiva que debilita la conciencia de clase”, lejos de convencer, resalta la distancia entre la retórica y la realidad cotidiana.

El socialismo, con sus revoluciones y su retórica habitual, tiene muy poco que aportar al género humano. Con promesas, movilizaciones y consignas no se construye nada que sea perdurable ni digno de admiración.