Los ancianos enfrentan con miedo cada alza del dólar, que eleva precios minoristas en un ciclo que nunca se detiene.
Pittsburgh (Sindical Press) – El alivio atribuido al aumento de las pensiones en Cuba pasa rápidamente por el cuestionamiento y la duda. Tener más dinero en los bolsillos no significa ninguna variación en las miradas perdidas de quienes esperaron un futuro luminoso que nunca llegó, ni en la languidez causada por el hambre sostenida en el tiempo, ni en la durísima experiencia de deambular por las calles con el ánimo hecho trizas, buscando artículos de primera necesidad, alimentos básicos y medicinas para sus dolencias.
La continua depreciación del peso es la aguja que pincha el globo del supuesto mejoramiento. Los ancianos sobreviven espantados con cada alza del dólar y su inevitable repercusión en los precios minoristas, un proceso constante que no da señales de detenerse.
Con un valor de 410 pesos por dólar, la moneda estadounidense marca el pulso de una crisis con ribetes apocalípticos. Ante la ola inflacionaria, ¿qué representan las pensiones que hoy oscilan entre 3 000 y 4 000 pesos, tras el aumento oficializado en la resolución 14 de 2025, cuando el coste promedio de la canasta básica para dos personas ronda los 24 000 pesos?
Basta un vistazo a los precios: un cartón de 30 huevos cuesta entre 2 400 y 3 000 pesos; un litro de aceite vegetal bordea los 1 000; la libra de arroz alcanza los 155; y la de carne de cerdo los 980.
Frente a esta realidad se desvanece cualquier presunto beneficio para el millón y medio de jubilados que desde agosto reciben el incremento.
Es imposible entender la medida fuera del asistencialismo que ha caracterizado al régimen desde sus inicios, siempre centrado en el control absoluto del Estado. La diferencia es que hoy faltan los multimillonarios subsidios externos que por décadas sostuvieron el modelo.
El populismo criollo no es compatible con una economía sin capacidad de funcionar de manera autónoma. El último benefactor fue la Venezuela bolivariana de Hugo Chávez y luego Nicolás Maduro, un golpista acusado de liderar una red de narcotráfico hacia Estados Unidos.
Los ancianos cubanos no tienen motivos para celebrar nada. Son los mayores afectados de un sistema en ruinas que nada puede ofrecer en su derrumbe gradual e irreversible.
El aumento de pensiones es apenas un gesto desesperado de la cúpula por mitigar la desesperación del sector más vulnerable.
En pocas palabras, se trata de una iniciativa intrascendente y de alcance efímero.
Es una verdad de Perogrullo que el descontento de los jubilados permanece intacto. Su calvario no tiene remedio, y lo peor es que se vislumbra una agudización en los meses por venir. Las señales son obvias: basta fijarse en la dinámica y progresiva tasación del dólar.