jueves , 22 mayo 2025

Cuba: Lo que sufre el padre del conscripto

Aleaga Pesant Report aborda el impacto del servicio militar obligatorio, cuestionando la falta de información sobre muertes y suicidios de conscriptos. Critica la corrupción dentro de las fuerzas armadas, el abuso de poder de los oficiales y el sufrimiento de los padres, especialmente ante la negligencia médica hacia sus hijos. Además menciona que Ángel Moya y Berta Soler se encuentran bajo prisión domiciliaria por asistir a misa junto al embajador de EE. UU., lo que representa una nueva señal de presión del régimen sobre la sociedad civil.

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La Habana amaneció con la noticia de que Ángel Moya y Berta Soler —Berta Soler, líder de las Damas de Blanco y Ángel Moya, uno de los 75, un activista pro democracia de hecho y derecho— tienen 48 días de prisión domiciliaria y serán llevados a juicio por haber asistido a una misa acompañados, al parecer, por el embajador de Estados Unidos. ¿Para quién es la señal: para la oposición democrática o para el gobierno norteamericano? Esa es parte de la interpretación que debemos hacer.

Lo cierto es que, con esta medida, se recrudece aún más la presión sobre la sociedad civil, una presión que no ha disminuido ni un ápice desde el 11J.

Hola, esto es Aleaga Pesant Report desde La Habana, Cuba, un compendio de la política, la sociedad y la cultura cubana. Hoy domingo 20 de abril del año 2025 abordaré mal y rápido un solo tema: el servicio militar, el duro rol del padre del conscripto.

Pero como dice Petronio, el árbitro del buen gusto: la prisa no es elegancia. Salman Rushdie: Pásate de la raya, reúne artículos publicados entre 1992 y 2000. Diez años de escritos de este valiente caballero, quien incluso en los últimos años fue atacado por fanáticos islámicos. Fanáticos que hoy penetran Europa como una señorita. Lamentamos lo que ocurre allá, aunque, en definitiva, ellos tienen sus problemas y nosotros los nuestros.

Salman Rushdie es un hombre que ha marcado una pauta, no solamente por su agudeza literaria y periodística, sino también por su valor a la hora de enfrentar a los ayatolas. Una oportunidad de excelente lectura a nivel internacional. Salman Rushdie: Pásate de la raya, nunca mejor dicho.

Volviendo al tema de marras, nos hacemos las preguntas de rigor para enfrentar este tema: ¿cuántos soldados conscriptos han muerto por suicidio en Cuba? ¿Cuántos han muerto en acciones? ¿Cuántos han muerto en los últimos tiempos? ¿Qué sufren los padres del conscripto cuando su hijo va al servicio militar?

Empezando por la cantidad de muertos: lo más importante que funciona en el ejército cubano es la ley de omertà, esa ley del silencio de que no se puede hablar de las cosas porque son “secretos militares”. Porque son cosas de hombres, dicen algunos, y otros porque el precio de decir lo que está pasando en las unidades militares cubanas —lo que pasa con los conscriptos— sería realmente uno de los círculos del infierno de Dantes.

Muertos, ¿cuántos hay? Bueno, al menos se habla de 14 suicidios en el último año, además de los fallecidos en accidentes o como resultado de acciones previas de estos militares, como los 14 muertos durante el incendio de la base de supertanqueros de Matanzas en 2022 y los 13 por la explosión del polvorín de Holguín. Ha habido otras explosiones, menores pero que se sienten igual y dejan muertos igual. Sin embargo, repito: no hay datos fidedignos por parte del gobierno para saber lo que realmente está ocurriendo.

¿Qué sufren los padres? Bueno, lo primero que enfrentan —hablamos de padres que sí creen que el hijo debe cumplir el servicio militar porque “debe servir a la patria”— es la corrupción de la oficialidad. Una corrupción que va desde los que se roban la comida para alimentar a los puercos que tienen en la casa —y no es el primer caso, no estoy hablando de ningún secreto— hasta los que les quitan los uniformes a los conscriptos y luego los acusan… pero primero les roban. Oficiales que se apropian de los uniformes para vendérselos a los campesinos.

El otro problema que enfrentamos es la corrupción, que no se manifiesta solo en lo que se roban, sino en la manera en que se construyen las bases de la relación entre oficiales y soldados. Es cierto que existe un mecanismo de ordeno y mando —porque se trata del ejército—, pero hay que ver qué sucede cuando eso traspasa las líneas de la moral, cuando cruza los límites de lo correcto.

¿Y quién establece lo correcto en una sociedad donde, desde los niveles más altos hasta los más bajos, el robo y el latrocinio forman parte del día a día del cubano, incluidos nuestros oficiales? Oficiales que, muchos de ellos, están más ocupados pensando en cómo largarse a los Estados Unidos —supuestamente el enemigo. Y por eso no es casual que en los últimos días se comente en la calle que a los oficiales del Ministerio del Interior y de las Fuerzas Armadas se les está negando la baja de los cuerpos armados.

Lo último, y lo que más daño hace, por supuesto, es la omertà: la ley del silencio, la ley del “no hables”. No hables, aunque haya jóvenes que se enferman, jóvenes mal alimentados, jóvenes que no tienen ni siquiera la oportunidad de ser llevados a un hospital. Y mientras tanto, los oficiales se aprovechan de ese padre, de esa madre. Hablo en nombre de los padres porque soy papá. Pienso que las madres lo sufren más, pero los padres también cargan con el dolor de lo que están viviendo sus hijos, igual que las madres. Son los padres los que casi siempre van a las unidades a tratar de apoyar a los hijos.

Conversé hace un par de días con un taxista que tiene a su hijo en la división de tanques de Managua. Ese hombre lloraba por lo que estaba viviendo su hijo: estaba enfermo y eran incapaces de conseguir una medicina en el puesto médico. Eso es lo que están pasando nuestros soldados.

Mi posición está clara: hay que eliminar el servicio militar obligatorio. Hay que ir a un ejército profesional, pequeño y profesional, para proteger al Estado. Esa es la idea fundamental.

Les recuerdo, esto es Aleaga Pesant Report, y si los informativos dan noticias, nosotros las ponemos en contexto. (Ed. CS)