Casi 15 años después de la promesa de Raúl Castro, la escasez de leche persiste y las expectativas siguen postergadas.
La abundancia de leche prometida por Raúl Castro hace más de tres lustros nunca se materializó. Sin embargo, el diario Trabajadores acaba de ponerle un parche a aquel incumplimiento, recordando el discurso del entonces general en jefe, pronunciado el 26 de julio de 2007 en Camagüey.
El reporte intenta dar algo de esperanza en medio de la incertidumbre y el escepticismo que reinan hoy, más de quince años después de aquel eufórico ofrecimiento, que se ha desvanecido en una realidad de escasez, hambre e indigencia.
El texto no precisó si la producción sería suficiente para que toda la población pudiera beber “toda la leche que se le antoje”, como prometió el también comandante de la revolución en su alocución de antaño. Lo que sí aclaró es que el producto provendrá de búfalas, no del ganado vacuno que se extingue por la falta de pastos, agua y la acción de cuatreros que sacrifican reses para alimentar el mercado negro. El horizonte para una leche sin racionamiento se fijó, nada menos, para el año 2030.
En un intento por rescatar la honra de Raúl, la empresa Ruta Invasora, en Ciego de Ávila, habilitó tres nuevas lecherías, sumando siete en explotación. La Unidad Empresarial de Base Bufalina cuenta con 771 animales, de ellos 220 hembras en ordeño. Su director adjunto, Kenier Argüelles Prado, anunció que antes de fin de año incorporarán otras tres lecherías y un número importante de cabezas para producir alrededor de un cuarto de millón de litros de leche por campaña.
A la luz de experiencias anteriores, la profunda crisis estructural y la obstinación del poder en mantener métodos de producción centralizados, resulta difícil dar crédito a lo publicado en el órgano oficial de la Central de Trabajadores de Cuba.
No está de más recordar la propaganda impulsada por Fidel Castro en los años 80 alrededor de la vaca Ubre Blanca, un cruce de Holstein y Cebú que llegó a producir más de 100 litros en un día y se convirtió en símbolo de la modernización agrícola y la supuesta autosuficiencia lechera. El experimento terminó en fracaso: el animal fue sacrificado por una enfermedad cutánea y los intentos de clonación se esfumaron.
Fue una trama con visos de realismo, pero en esencia tan ficticia como las ilusiones de convertir a Cuba en unos de los primeros países productores de leche en el mundo.
Hoy, las señales apuntan a un libreto similar. Las condiciones internas y externas reducen al mínimo las posibilidades de éxito. Difícilmente algún cubano crea que la leche dejará de ser un producto prohibitivo bajo el modelo de “ordeno y mando” que se deshace entre los molinos de la involución.
Si el sistema sobrevive hasta 2030, quienes puedan permitírselo seguirán comprando leche en polvo a precio de oro en manos de revendedores. Vivir para ver.