Algunos de los sindicatos más poderosos han encontrado en las tarifas de Trump, un punto de coincidencia con el presidente.
Algunos de los sindicatos más poderosos de Estados Unidos han encontrado en las tarifas comerciales de Donald Trump, anunciadas para el 1 de agosto de 2025, un punto de coincidencia con el presidente.
Para líderes como Shawn Fain, del sindicato United Auto Workers (UAW), y Sean O’Brien, de los Teamsters, la cruzada contra el libre comercio emprendida por Trump no es simplemente una táctica electoral: es una reivindicación largamente esperada.
“Tenemos que poner fin al desastre del libre comercio, y no nos importa si lo hace un demócrata o un republicano”, declaró Fain en una entrevista con la revista Jacobin, conocida por su línea progresista. En ese mismo artículo, Fain definió el libre comercio como “la política gubernamental más perjudicial” de toda su vida laboral.
Sus palabras no fueron meramente simbólicas. Poco después, el UAW emitió una declaración oficial respaldando los aranceles impuestos por Trump a vehículos y autopartes importados. “Aplaudimos a la administración Trump por dar el paso para poner fin al desastre del libre comercio que ha devastado a las comunidades trabajadoras durante décadas”, afirmó el sindicato. “Con estas medidas, la administración ha hecho historia”.
Aunque la relación entre Trump y el movimiento sindical ha sido, en el mejor de los casos, ambivalente, algunos sindicatos ven en las tarifas una herramienta concreta para frenar la deslocalización y revitalizar la industria manufacturera estadounidense. “Son una herramienta en la caja de herramientas”, explicó Fain en CBS News, al referirse a los aranceles automotrices. Su respaldo, sin embargo, no es incondicional. El líder del UAW se opone al uso político de las tarifas, como aquellas que Trump ha propuesto por temas de migración o tráfico de fentanilo.
Desde otro frente sindical, los Teamsters también han respaldado medidas similares. Kara Deniz, portavoz del sindicato que representa a más de 1,4 millones de trabajadores en sectores como transporte y logística, denunció que la política comercial de las últimas cuatro décadas ha generado “una hemorragia de empleos hacia otros países, donde los trabajadores son explotados para que productos baratos sean enviados de vuelta a Estados Unidos”. La declaración, citada por Le Monde diplomatique, refuerza una narrativa crítica al libre comercio desde una óptica sindical.
El propio presidente de los Teamsters, Sean O’Brien, ha elogiado abiertamente la imposición de tarifas por parte de Trump, incluyendo una medida reciente que gravó con un 100 % las películas extranjeras. “Agradecemos al presidente Trump por apoyar valientemente los buenos empleos sindicales cuando otros miraron hacia otro lado”, declaró el sindicato en un comunicado oficial.
Durante una audiencia en el Senado, O’Brien fue aún más directo: “No es ningún secreto cuál es nuestra postura sobre las tarifas”. Y añadió que en lugar de trasladar los costos de los aranceles al consumidor, deberían ser absorbidos por las corporaciones y sus ejecutivos, cuyos sueldos, según él, se han disparado a costa de los trabajadores.
Mientras algunos sindicatos manufactureros ven en las tarifas una esperanza para la recuperación industrial, otros denuncian sus efectos inflacionarios, el impacto sobre los consumidores y la ausencia de una estrategia de desarrollo real.
La AFL-CIO, la mayor central sindical del país, ha sido clara en su rechazo a los aranceles automotrices generalizados, advirtiendo sobre su enfoque descoordinado, imprevisible y contraproducente. En una declaración oficial, su presidenta Liz Shuler señaló:
“Imponer tarifas sin una estrategia integral puede causar un daño económico considerable. Necesitamos un enfoque que coloque a las comunidades trabajadoras en el centro, no medidas improvisadas que sirvan a fines políticos”.
Además, en una carta enviada al Congreso, la organización instó a desarrollar una política comercial coherente que garantice condiciones laborales justas, sostenibilidad ambiental y reglas claras, en lugar de recurrir a tarifas unilaterales que “terminan afectando a los mismos trabajadores que dicen defender”.
El sindicato United Steelworkers (USW) reconoció que aunque el proteccionismo tiene sentido en contextos de exportaciones desleales, las tarifas deben ir acompañadas de una política industrial coherente, inversión pública, estándares de contratación justos y regulación contra el alza injustificada de precios.
Economistas consultados por varios medios han advertido que los aranceles podrían aumentar los precios al consumidor y reducir la competitividad de la industria estadounidense en el largo plazo.
A pesar de las advertencias, la posición de sindicatos como UAW y Teamsters muestra que el debate sobre el comercio internacional ya no se divide estrictamente por líneas partidistas. En una era de polarización política, el viejo consenso pro-libre comercio parece estar desmoronándose, y con él, los mapas ideológicos que durante décadas definieron las alianzas entre trabajadores, empresas y partidos.
En medio de esta reconfiguración los sindicatos buscan herramientas eficaces para detener el declive de la clase obrera industrial. Si esas herramientas vienen de la mano de un republicano populista o de un progresista tradicional, parece ser, hoy más que nunca, irrelevante.