domingo , 7 diciembre 2025

Vallín, la lucidez como método

Aleaga Pesant Report dedica el programa a honrar la vida y obra del abogado Wilfredo Vallín Almeida, fallecido el 10 de noviembre de 2025. Resalta su ejemplo de lucidez, decencia y defensa intransigente de la ley como límite al poder, así como su legado ético en una Cuba marcada por el silencio y el miedo.

Entre los tantos abogados que han echado la pelea, que han puesto rodilla en tierra por la libertad de Cuba, hace aproximadamente un año nos abandonó nuestro colega, amigo, compatriota, gran patriota Eil Hernández. Repuesto de esa pérdida, se nos fue hace unos días también Juan González Febles, periodista, paradigma del periodismo libre cubano.

Y recientemente, el pasado día 10, falleció también Wilfredo Vallín Almeida.

Hola, esto es Aleaga Pesant Report desde La Habana, Cuba. Hoy, en colaboración con Cuba Sindical, abordaré un solo tema: Wilfredo Vallín Almeida. La lucidez como forma de amor.

La patria que Wilfredo Vallín amó —esa Cuba profunda, culta, posible— aún espera a quienes se atrevan a pensarla libre. Hay hombres que mueren sin haber vivido, y otros que, aun después de morir, continúan dando testimonio de vida. Wilfredo pertenece a estos últimos.

No porque su cuerpo ya no camine las calles que defendió con palabra firme, sino porque su voz —mezcla de razón jurídica y ternura patriótica— sigue resonando como un eco de dignidad en una tierra demasiado acostumbrada al silencio.

Fue un hombre de leyes, sí, pero sobre todo un hombre de principios. En una nación donde el derecho se convirtió en disfraz del poder, Vallín se atrevió a devolverle su significado original: el límite frente al abuso, la frontera moral que separa la civilización del miedo.

Desde su cátedra, su despacho o su modesto apartamento habanero —cátedra, despacho y hogar a la vez— enseñó que la justicia no es concesión del Estado, sino un deber del ciudadano.

Su devoción por José Martí fue más que erudición: fue filiación espiritual. Como Martí, creyó que amar a Cuba era decirle la verdad, incluso —y sobre todo— cuando dolía.

En sus conferencias y escritos estaba el Apóstol, no como adorno, sino como brújula. Hablaba del deber de la decencia, de esa independencia interior que ningún poder totalitario puede confiscar. En la isla del eufemismo, Vallín prefirió la claridad, esa forma suprema del coraje.

Su vida fue un acto de resistencia intelectual. Nunca levantó un arma, pero empuñó algo más temible: la razón. La usó contra el dogma, contra la mentira, contra el olvido. Su ejemplo nos recuerda que la libertad empieza en la mente y se defiende con la palabra, incluso cuando la palabra parece inútil.

Hoy su ausencia no deja un vacío, sino una tarea. Porque la patria que amó —esa Cuba profunda, culta, posible— aún espera a quienes se atrevan a pensarla libre.

Y porque, como escribió Martí, morir no es nada; lo terrible es no vivir. Wilfredo Vallín Almeida vivió, y por eso no ha muerto.

Les recuerdo: esto es Aleaga Pesant Report desde La Habana, Cuba.